Señores:
Por medio de la presente, me dirijo a ustedes con el vehemente afán de presentar mi postulación para integrarme al programa “Diploma de Cocina” que ofrece su instituto.
Desde niños, los adultos nos preguntan siempre qué queremos ser cuando seamos grandes. Desde una muy corta edad siempre respondía lo mismo: quería ser jefe de cocina, pero la vida me tenía un camino distinto. Amaba la comunicación tanto oral como escrita y parecía tener un talento natural por los idiomas. Escogí entonces el oficio de la traducción. Quería hablar varios idiomas y ayudar a otros a romper los muros de Babel. Para mí, esta profesión, este camino, eran una forma de compartir mi cultura con los que se interesaran por mi país, México.
Un día, en una cena de negocios nos sirvieron uno de los platos más célebres de la cocina mexicana: el Chile en Nogada. El hombre de negocios al que yo acompañaba como intérprete me preguntó sobre los ingredientes del platillo, así como por la historia del mismo. Dada la pasión que siempre he mantenido y comprobado en la cocina pude contestarle todas sus preguntas. Viví muchas otras anécdotas de la índole dado que los temas culinarios estaban a la orden del día en las conversaciones, pero la “cocinera” en mí no se aventuró más allá de sus pequeños fogones a las grandes ligas.
Los años pasaron y la vida me dio la oportunidad de venir a vivir a París desde hace tres años. Fue entonces cuando experimenté la fase de “ama de casa” y era una ocasión formidable para que yo explorara mis deseos y pasiones que con frecuencia deja uno de lado porque la vida profesional nos acapara demasiado. Soy dinámica y curiosa y siempre he seguido el consejo de un viejo amigo: Observaba todo con atención y trataba de comprender. Tomaba nota de la forma en la que la gente comía, aprendía de los ingredientes y las recetas de temporada, caminaba por los mercados. Poco a poco me fui enamorando de Francia y su cultura. Tomé conciencia de la razón por la que amaba la cocina tanto como los idiomas: ambos son elementos inmateriales que transformamos y que nos transforman.
En mi país, el lugar en el que las familias comparten una parte importante de la vida es en la cocina de la casa, es el lugar privilegiado en el que todo el mundo se instala para conversar con los suyos, particularmente durante la preparación de los alimentos. En Francia, tengo la impresión que este momento en el que familia y amigos comparten es en la mesa.
Como extranjera en París he descubierto mucho, pero aún tengo sed de aprender. Me encuentro frente al televisor o en los pasillos de las librerías al igual que frente a la computadora navegando el internet buscando recetas y astucias para gozar en una cena. Hoy, estoy convencida de que quiero aprovechar al máximo mi estancia en París para aprender más profundamente el savoir-faire a la francesa y la técnica de los que han llevado la cocina a perfección. Me encuentro en un cruce de caminos, pues cada día estoy más convencida que es en la cocina en donde reside un nuevo camino profesional.
Su establecimiento, señores cuenta con una reputación innegable de calidad por su enseñanza y estoy muy motivada en convertirme en una de sus estudiantes, por lo que espero, sinceramente haberles convencido de todo mi entusiasmo por este medio. Me pongo a su disposición en caso que requieran de alguna aclaración sobre mis motivos para integrarme a su escuela.
Quedo de ustedes muy cordialmente.