Cuando salí orgullosa de la Prefectura de policía

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El pasado lunes todos en Francia nos desvelamos. Fue 14 de julio: La Fiesta Nacional. Pero ese será tema de mi próxima entrada. Al día siguiente, con ojeras y algunos hasta con cruda regresamos a las actividades diarias. Para mí, además, era el día subrayado en rojo en el calendario de casa, pues tenía mi convocación para presentarme ante las autoridades migratorias para renovar mi título de residencia.

Había revisado los documentos hacia ya varias semanas, pero sabía que era necesario sacar algunas fotocopias. Antes de dormir le di una hojeada al dossier y todo parecía estar en orden. Sin embargo, no me di cuenta que faltaba algo. Inútil presentarme si no lo conseguía; de ninguna manera convencería a la burocracia gala de renovarme mi permiso sin ello. La cita era a las 11:30 horas, pero a sabiendas de la omisión de mi parte y que la oficina a la que me dirigía SIEMPRE tiene una espera de por lo menos un par de horas, decidí levantarme temprano y poner manos a la obra. Tuve algunos contratiempos, lo acepto, no obstante, llegué a la hora indicada.

Al entrar me pareció reconocer a todos y cada uno de los encargados de atender a cuanto extranjero llega a la sala de Europa, América y Medio Oriente. Al fin y al cabo era mi enésima visita. Afortunadamente, llevaba todo. Aún mejor, la dama encargada de recibir mi solicitud estaba de buen humor y las faltas de los otros las estaba tomando con bastante ligereza y hasta reía. En son de burla, pero reía.

Cuando finalmente llegó mi turno el proceso fue rápido, pues llevaba hasta el acta de defunción de mi tatarabuela por si acaso era necesario. No, no es cierto, solamente llevaba los documentos que la abogada a cargo de que mi estatus migratorio esté al día recomendó. Para mi fortuna -o quizá mi experiencia, que ya me puedo jactar de ser cuasiprofesional en el tema- había yo ordenado mis copias en el orden que me fueron solicitados. Ahora solamente había que esperar que me llamaran para hacer el trámite formal. La espera, como era de suponerse, fue de tres horas, aproximadamente.

Pudo haber sido peor, pensé.

Me recibió otra dama que ya me había atendido antes. Sé que es dura, pero justa. Revisó mi documentación y me sonrió diciéndome que era un gusto recibir un dossier como el mío completo y ordenado. Me ofreció una disculpa por la larga espera en la antesala echando la culpa a otros extranjeros desinformados que se presentan sin sus papeles como deben. Pero aquí entre nos, entre que uno no sabe y que ellos solamente hablan francés, a veces resulta imposible tener todo a la mano, amén de que en ocasiones el propio sistema reclama tiempos de espera naturales de sus procesos.

Al final de la breve conversación no sólo salí de la Prefectura de Policía feliz porque tenía en mi mano el documento que indica que en dos meses recogeré mi nuevo permiso de residencia, sino porque además lo logré al primer intento y hasta con felicitación. La verdad, es que a pesar de todo lo que se dice de estas oficinas por aquí y por allá, a mí siempre me han tratado muy bien. No siempre he logrado mis metas a la primera, pero no puedo quejarme de nada. Al final del día, este país recibe un número importante de gente de todo el mundo que busca estar legal y debe ser una tarea fatigante. Entretanto, yo no daré lata en un año más, y de ser posible, guardaré mi ‘estrellita’ en el cajón para sacarla dentro de doce meses si requiero nuevamente visitar a las autoridades. O antes, si algo cambiara.

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