Seleccionar una botella de vino para una reunión de amigos o para la cena de graduación de nuestros hijos sin ser experto no siempre puede resultar fácil. Sabemos que Argentina es un país con muy buen producto vinícola, pero ¿cuál escoger frente a tantas opciones que encontramos en el anaquel?
En días pasados, gracias a una cata dirigida por Oscar Rangel Zúñiga, único sommelier mexicano reconocido por la Académie Culinaire de France, tuve oportunidad de probar dos etiquetas de la bodega Trapiche que me parece resultan amigables al paladar y a la cartera.
Antes que todo, la casa Trapiche, para quienes no la conocen, es la más grande bodega exportadora de vinos argentinos. La casa se encuentra en las tierras de Mendoza al pie de la cordillera de los Andes y cuenta con instalaciones modernas y gran promoción a nivel mundial. Su oferta incluye cepas tanto autóctonas como las emblemáticas de otras regiones.
La primer copa degustada fue de un Torrontés. Esta uva es de origen español, específicamente de Galicia, pero en Argentina se ha convertido es una cepa representativa. Por su color verdoso proveniente de la clorofila de la planta, sabemos que se trata de un vino joven (2015). En boca, descubrimos intensidad media y destacan los sabores cítricos por encima de los florales y se percibe una gran mineralidad.
“El chiste de una buena armonización es realzar aromas y sabores el uno del otro”, nos hace notar Rangel. Por ende, su recomendación se inclina hacia los productos del mar como un pulpo a la gallega, por cocina thai con texturas, poco de picante y sabores especiados. Y si de cocina mexicana se trata, el sommelier se inclina por un manchamanteles no picante. El costo de esta botella ronda entre los $120 y los $150 pesos.
La segunda etiqueta presentada fue un tinto “Insignia de la Familia”, es decir, un vino de la gama Premium de la casa con uvas seleccionadas por un solo enólogo. De cosecha 2013 y uva Malbec, otra cepa emblemática de la región. Este vino de alta capa y color rubí que nos recuerda a la cereza y nos lo reitera al percibir aromas de frutos rojos y negros maduros, así como especias en un primer acercamiento.
En una segunda aproximación y solamente a nivel olfativo nos deja saber que maduró en madera nueva –roble francés- y se perciben aromas tostados y quemados, a cuero y hasta a vainilla. En boca, no hay sabores amargos. Es un vino que muestra una buena evolución y crianza, pues en el paladar su retrogusto no es molesto. Por todo esto, el sommelier nos invita a degustarlo con carne a las brasas, chile en nogada sin capear y a temperatura ambiente y hasta con una tarta de dátil con nuez. Su precio es de entre $350 y $370 pesos.
Así pues, estas dos opciones me dejaron un muy agradable sabor de boca gracias a sus sabores, sino también por su versatilidad para acompañar platillos en familia o con amigos, así como porque no es necesario desembolsar la quincena entera.
¡Salud!