Apenas terminaba el verano y todo el mundo comenzaba a hacer especulaciones cual bolsa de valores sobre el invierno que se avecinaba. En la televisión decían sería el más frío del último siglo e inclusive lo comentábamos en círculos sociales. A medio otoño ya se sentían las bajas temperaturas en el ambiente y la humedad, que en esta ciudad siempre es un factor al que se le debe dar especial importancia, pues hace que de repente cale hasta los huesos. Recuerdo que en noviembre me reuní a comer con un par de mis asesoras en temas de migración y nos preguntábamos si estaríamos preparados para una temporada invernal como la que creímos estaba a la vuelta de la esquina. Con alguien más platiqué y me dijo que ella creía podríamos patinar sobre el Sena. Me sonó inverosímil, pero pronto comenzaron también a circular fotos históricas de la ciudad en las que la gente estaba con la nieve hasta las rodillas.
Pero con la llegada de diciembre y por ende el solsticio que marca el inicio del invierno también llegaron temperaturas cálidas para la estación. Ahora, ya en la segunda quincena de febrero hago un recuento y no encuentro más allá de cinco días en los que hayamos tenido temperaturas por debajo al punto de congelación. De hecho me parece que solo ha ocurrido debido al porcentaje de humedad, o sea, que no ha habido temperaturas congelantes per sé.
Esta mañana, en el reporte del clima la chica indicó que estábamos con por lo menos tres grados por arriba de lo supuesto. El sol ha hecho apariciones bastante frecuentes y mis amigas en el círculo ártico con frecuencia han compartido que sentirse en plena primavera y que definitivamente el invierno europeo de 2013 no ha tenido un solo copo de nieve.
Por otro lado, volteo al oeste del Atlántico y veo ciudades que aunque están acostumbradas a tener nevadas, esta cosa blanca no les ha dado tregua. Chicago y Nueva York son las que me tienen atónita, sin ignorar evidentemente que a todos mis amigos y familiares en México los he leído más gélidos que nunca durante las mañanas de enero. Normalmente ya estaría yo contando los días para escapar del frío y retorcerme cual lagartija bajo el sol azteca. Este año no tengo tanta falta de vitamina D. Definitivo, a Europa este año le robaron el invierno… ¿o no?