Mamá: ¿En qué momento han pasado 15 años?

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Mamita:

Han pasado ya 14 años desde que dejé de verte a diario; más de 5 mil días en los que no he podido decirte a los ojos cuánto te amo, cuánto te extraño, cuánta falta me has hecho. Siempre decías, guarda las lágrimas para cuando me muera y mira, cuánto tiempo ha pasado desde que te fuiste con Papá Dios y las lágrimas no se agotan cuando invades mis pensamientos y te echo de menos. Hay quien me ha juzgado por haber hecho o haber dejado de hacer y no puedo negar que ahora, a mis 35 años de edad, sé muy bien que no siempre actué de la mejor manera, pero en mi defensa alego haber sido una insoportable adolescente y que creo yo todo escuincle imberbe en algún momento debe ser tan intolerante que seguramente a los padres deben darles ganas de estrujar a sus hijos para hacerlos entender tal o cuál cosa, pero el amor es tan grande, que lo que hacen es encontrar paciencia y tolerancia para con sus retoños.

Sabes, siempre me pregunto ¿qué diría mi mamá si me viera o si pudiera opinar? Y mi reacción trato que sea conforme a lo que me hubieses aconsejado y digo trato porque no siempre lo logro, porque aunque en estos años he crecido física, anímica e intelectualmente y he tenido muchos aciertos, también he tenido caídas varias; errores que me han hecho crecer a punta de los golpes que sólo la vida puede darle a uno.

Fuiste un gran ejemplo de vida, de lucha continua y de trabajo. Una dama en toda la extensión de la palabra ante mis ojos a pesar de que sé también cometiste errores. Nada ni nadie es perfecto, sólo somos perfectibles.

Te fuiste un viernes cayendo la noche. Hasta para eso tuviste tacto, caray. Me quisiste tanto que ni siquiera me dejaste verte en ese último momento. Gracias por protegerme hasta el último aliento.

Al día siguiente, recuerdo decir que todo mi cuerpo me dolía. En realidad me dolía el alma. Había que aprender a vivir sin ti, para siempre; ya no estabas más entre nosotros y aunque supuestamente lo estábamos ya “esperando”, la realidad es que nunca estuve preparada para tu partida. El domingo me desperté y había que continuar, seguir adelante le llaman algunos, que porque la vida es para adelante y que para atrás ni para tomar vuelito. Sonaba burdo, confuso, estúpido. Pero así fue, tuvimos que reaprender todo. A decir verdad estuvo de la chingada, pero puedes sentirte orgullosa porque lo logramos. Mal, bien, a medias, pero lo logramos. Solamente hay algo que no supero y nunca quiero hacerlo, porque casi puedo sentir tus caricias cuando la pongo y a qué hijo se le quieren olvidar las caricias de su madre.

París no hace que te extrañe menos, pues quisiera hubiésemos tenido oportunidad de compartir un picnic en la Place de Vosges en pleno verano o una caminata por el Parc Monceau, un espectáculo en el Palacio de Garnier y una plática de esas tantas que no tuvimos porque no nos alcanzó el tiempo en ese salón de té al que tanto me gusta ir.

Sin embargo, la fortuna que tenemos tú y yo es que diario estás conmigo. Tú sabes cuánto pesa el carrito del supermercado cada semana, qué digo el carrito de las compras, conoces hoy todo eso y más que cuando adolescente no me atreví a contarte a pesar de que siempre fuiste mi mejor amiga.

Gracias por los 20 años de tu vida que me regalaste y en los que te dedicaste en cuerpo y alma a forjar a esta mujer a la que se le llena la boca de orgullo cuando hablo de ti.

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