Siempre había pasado mi cumpleaños en casa… ah, pero si estoy en casa, solamente que ustedes son los que no están acá. Si les sirve de consuelo, tuvieron magníficos representantes que me celebraron como los grandes. Me pasearon por un castillo, me llevaron a un museo que aún no conocía, me regalaron una deliciosa cena que prepararon con todo el amor y la acompañamos con una deliciosa copa de vino traído desde tierras del cono sur africano.
34 años que al día de hoy me han traído un poco de todo: Felicidad, tristeza, dolor, alegría, aprendizaje, pereza, trabajo, sonrisas, lágrimas, amistad, tolerancia, enojo, bondad… en fin, me han forjado.
Muchos me han acompañado a lo largo de los años; varios se han ido, pero Ustedes aquí están y me hacen sentir honrada por permitirme compartir un poco de mi persona y de mi vida si no todos los días, en cada bocacalle en el que se cruzan nuestros caminos.
He cuestionado la existencia de un Ser Supremo y Él mismo me ha demostrado que está presente en mi vida gracias a sus bendiciones y oportunidades que me ha dado para remendar mis errores. He dudado del amor y a cada momento éste se ha hecho presente en mi vida en miles de formas que me han enseñado a tener más fe.
Esta entrada solamente quiero que sea un tributo para tantas y tantas personas que han tocado mi vida y han dejado algo positivo. A los que llegaron y se fueron, a los que aquí están y a mis padres por traerme y darme el regalo más grande posible: la vida.
