¿Se imaginan una vida sin limones?

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En mi casa no hubo árboles frutales porque no se dieron, pero teníamos plantados naranjos, limoneros y limas. Alguna vez recuerdo tuvimos tomate verde y rojo, capulines de a montón y claro, siempre estuvieron René y José Luis, los marchantes del puesto de frutas y verduras a los que mi mamá siempre amenazaba que si algo no salía bueno ‘se los iba a devolver’ y aunque nunca lo hacía, eran muy buenos marchantes y vendían buenos productos; tanto que yo dejé de comprarles cuando su ubicación geográfica y la mía dejaron de ser convenientes. Alguna vez alguien me dijo que no me había imaginado ser tan hábil y conocedora en un mercado sobre ruedas sino hasta cuando me vieron interactuar con mis comerciantes predilectos ahí en la esquina de Avenida STIM y Bosques de Reforma en el Chamizal. Como cualquier mujer viviendo sola y trabajando de sol a sol, mi consumo de productos agrícolas comenzaron entonces a provenir del supermercado y cuando me ponía exquisita iba al que tenía los productos orgánicos, sin embargo, nunca me preocupé por la disponibilidad de una papaya o una jícama o por el precio de la sandía o el limón sin semilla.

Así, cuando cruzamos el gran océano Atlántico, una de mis preocupaciones con respecto a mi alimentación no fue precisamente la disponibilidad, sino el precio. Después, cuando comencé a ser consciente de que algo se me antojaba, me preocupé también por encontrar cómo saciar mi hambre de ese algo en particular y hasta de fruta y verdura de temporada comencé a hablar y aprender. Pero de lo primero que hubo que recortar fue el limón. Si tú que estás leyendo estas líneas no eres de origen mexicano, déjame contarte que en mi país a TODO le ponemos jugo de limón verde, a todo. Es más, el limón amarillo ni siquiera nos gusta y que en otros países le digan lima nos cae como patada en la entrepierna, así de sencillo. Tomamos agua de limón para refrescarnos en temporada de calor, para hidratarnos en cualquier momento, para apapachar el cuerpo resfriado. Le ponemos limón a la sopa de pollo, a la sopa de pasta, a la tortilla cuando a ésta no hay nada más que ponerle que un poco de sal y unas gotitas de ese juguito acidito que cosquillea las papilas gustativas, en fin, podría escribir toda una lista de alimentos que incluyen hasta la comida chatarra y sonará inverosímil, pero así es de importante este cítrico en mi país. Por eso, en mis primeras vueltas al supermercado y al mercado sobre ruedas sentía la piel de gallina al ver que 3 limones costaban la friolera cantidad de 1,00€ y además eran amarillos en la mayor parte de los comercios. Con el corazón apachurrado, dejamos de consumirlo casi en su totalidad. Lo compraba solamente cuando era imprescindible. Con el tiempo me rendí ante él y lo compré, encontré también los saquitos de 500g de limón verde en el Carrefour que al compararlos con la venta por pieza dejaban mucho qué desear, así que me quedé con los de 3×1,00€. Ya sintiéndome dueña de la situación encontré que podía surtir mi despensa también con limoncitos verdes a ese precio. Dos años después subieron a 3×1,50€. El trauma había pasado y hasta el consumo ha incrementado con el tiempo. Y pues cuando no hay del verde, hasta el amarillo disfruto.

Un día, leyendo noticias, Twitter y Facebook encontré a todo el mundo en tremendo shock. El limón a precios estratosféricos y hasta en el Viejo Continente entero estaba más barato que en el México Productor y Proveedor del mundo. Al visitar mi tierra un par de semanas más tarde lo constaté. Increíble. Fui a Superama -supermercado en la ciudad- y NO HABÍA LIMONES. Los periódicos escandalizados anunciaban que en la Central de Abastos el cajón se estaba vendiendo hasta en $900 pesos mexicanos. Una crisis nunca antes vista. ¿Sería que mis compatriotas estaban enfrentando algo parecido a lo que todo expatriado mexicano en estas y otras tierras vive al llegar a conquistar nuevos rincones del planeta? ¿Hasta cuándo dejarían los grupos de autodefensa salir esas delicias redonditas de Colima y Michoacán donde se comenzaba a echar a perder el fruto? Alguien me dijo que lo sufriríamos también en Europa, a lo que respondí con toda seguridad:

-No, allá conseguiremos de los brasileños.

Y así fue.

Entretanto, y a pesar de que el gobierno ‘entró al quite’ el dicho cambió y a varios les escuché repitiendo: “Si la vida te da limones, eres millonario”.

Acá, el precio sigue a 1,50€ por tres piezas de limón (verde o amarillo) en el mercado. Sin embargo, la temporada de limonada y crudités de verdura para el picnic está a la vuelta de la esquina, aunque esta vez me parece que el gran ausente será MI QUERIDO LIMÓN MEXICANO porque yo, me niego a dejar de disfrutarlo por completo. Espero ustedes también puedan hacerlo.

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