#SoyCharlie Reflexiones sobre los ataques terroristas en París

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Si pregunto por aquí o por allá sobre cómo se siente la población mexicana en lo que respecta a seguridad, la mayoría, si no es que todos mis encuestados me contestarían que hay mucho por hacer, que no confían en la policía y que más de una vez ellos mismos o alguien muy cercano a ellos ha estado en un robo, un asalto a mano armada, o de menos una amenaza. En mi caso, creo que puedo afirmar haber vivido en carne propia o a través de algún cercano las tres situaciones. Una pena… no, más bien UNA VERGÜENZA. Si hay algo que el Estado debería ser capaz de dar sus ciudadanos es un respiro, es un sentimiento de paz y tranquilidad en su entorno. Lastimosamente, en mi país ahora es muy común escuchar frases como “por lo menos solo fue material la pérdida”. Carajo, ¿qué no es suficiente con que la gente tiene que trabajar desde que dios amanece para más o menos salir adelante?

En fin, me desvío del tema…

Así, no es tampoco una incógnita que desde niña he escuchado de tal o cual ataque terrorista. En un principio era el Sendero Luminoso peruano o la ETA española. Vagamente recuerdo el ataque del ’95 al RER B en Porte Royale, más bien me lo recuerda la placa que pusieron en la estación cada que paso por ahí, sin embargo, con la llegada del siglo XXI llegó la presencia de Al Qaeda y Bin Laden y sus ataques a la ciudad de Nueva York, de Madrid, los conflictos armados en el Medio Oriente y el norte de África, y claro más recientemente en el centro comercial de Nairobi, en la sinagoga en Bruselas y el que me concierne hoy… el del 7 de enero en París. Y digo me concierne porque actualmente formo parte de los residentes de esta ciudad. Independientemente de mi credo, mis ideologías políticas, o mis orígenes étnicos, a pesar de que los ataques perpetrados llevaban destinatarios, agradezco al Ser Supremo en el que creo haberme protegido esa mañana, pues andaba yo en la calle y afortunadamente no estuve en ningún lugar incorrecto como otros. Dicen por ahí que cuando no te toca, aunque te pongas. Cierto es que no andaba cerca ni nada por el estilo, pero fui consciente de lo sucedido hasta que llegué a casa y una amiga me preguntó por Whatsapp qué estaba sucediendo en la ciudad. Y luego de varios días los ataques seguían a pesar de que la vida también, aunque cambió sutilmente, pero cambió. Me pregunto si la ciudad regresará pronto a su estado normal… Ahora vivimos con un plan llamado Vigipirate: Alerta Atentado que demanda a las autoridades a estar al pie del cañón como halcones. En estos días, nos revisan las bolsas antes de entrar al supermercado. Si veo una bolsa abandonada me pregunto si debo dar aviso a las autoridades porque ‘me causa preocupación’. Planear una llegada al aeropuerto tiene un pequeño riesgo adicional: llegar y que no le dejen a uno entrar porque están en acción las autoridades. Y la mejor que he escuchado últimamente en las noticias: Que los militares encuentren una vieja mina que data de la Segunda Guerra Mundial y que no explotó y que lleva desde al menos 1945 bajo el piso de la estación de trenes por la que andaba hace algunos días caminando temprano una mañana de domingo.

Lo malo: No sabemos cuánto tiempo más estaremos en esta vulnerabilidad, situación que me causa una gran tristeza.

Lo bueno: Que la mayoría de los residentes de este país nos sentimos cuidados por las fuerzas del orden.

Lo preocupante: Que como todos nosotros, ellos también son seres humanos y seguramente este ritmo de trabajo es no solamente agotador, y que el nivel de estrés debe ser alto y no podemos vivir en alerta máxima todo el tiempo.

Así, la finalidad de mi texto del día de hoy es compartir las siguientes líneas: Gracias  a este país que me aloja por dejarme sentir en libertad a pesar de los peligros. Espero encuentren la información necesaria para explicarse la radicalización religiosa que viven los jóvenes de esos grupos religiosos y que encuentren la justa media necesaria para la paz, porque aunque suene trillado aceptemos que todos queremos paz en el mundo.

Algunos se sentirán o no identificados con las víctimas, unos decidieron decir que ellos también eran “Charlie” aquí, allá y en todo el mundo. Todas las posturas son válidas, lo único que no es válido es que la gente no pueda sentir que vive segura.

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