Haber dejado de vivir en México, aunque no sé si será permanente o una aventura que cuando termine guardaré en mis recuerdos, mi corazón, vivencias y obvio, este blog, me ha hecho ser consciente de todo eso que tiene mi tierra y que pasaba desapercibidamente frente a mis ojos a diario.
Hoy, estoy sentada en uno de estos cafecitos que se han vuelto ya famosos por estos rededores por ser auténticamente mexicanos y hacerle batalla al del logo con la sirena verde. Veo los transeúntes pasar y cual turista en mi propia ciudad, me pregunto por cada uno de esos sitios que un extranjero no debe perderse al venir a visitar una de las megalópolis más grandes del planeta: Mi querida Ciudad de México.
Pasar unos cuantos días aquí puede ser toda una aventura pues hay un sinfín de barrios que nos hacen transportarnos por la historia del país. Así pues, esta chilanga de nacimiento y hoy parisina por adopción opina que sí has de venir a la ciudad que me vio nacer no te pierdas, en la manera de lo posible, de estos lugares que me hacen suspirar a cada momento:
Entrando por las rejas de Chapultepec uno debe hacer una caminata por el bosque y subir hasta el Castillo -también creo que se puede tomar el trenecito para los menos atléticos. Estoy segura que les dejará sin palabras cuando lleguen a él. Encuentro opiniones muy parecidas a la mía, en la que no le pide nada a muchos de los que están en el Viejo Continente.
Yo no soy de zoos, pero si gustas de los animales, entiendo que tenemos uno muy lindo también justo ahí. Mi caminata terminaría en el Auditorio Nacional, donde tomaría el Turibus para irme hacia el primer cuadro.
En el centro lo que amo visitar es el Palacio Nacional, la Catedral, el Templo Mayor y por qué no, ir sin rumbo específico por las calles peatonales. Si hay tiempo, siempre puede visitarse también el MUNAL, el edificio de Correos, las iglesias (mi preferida es La Profesa), y hasta el Museo Franz Mayer, pero es que el centro tiene tanto que me quedo cortísima porque aún me falta San Ildefonso, el Bar La Ópera, ay Dios… bueno, ahí sí ya dependerá de tiempo y energía, pero lo que sí definitivamente hay que hacer es entrar a Bellas Artes -si es a un espectáculo será aún mejor- y por qué no, caminar por la renovada Alameda. Quedó bien linda, de verdad. Si no, siempre está la opción de irse a echar un palomazo con los mariachis de la Plaza Garibaldi o un tequila al Tenampa.
Otro día se lo dedicaría a Coyoacán. Desayunar en Los Danzantes o tomar un café en El Jarocho y luego ir por la plaza, la iglesia y terminar en los viveros.
En la tarde, me iría para San Ángel -que apenas conocí y me fascinó. Puede uno pasar horas callejeando y terminar el día tomando un aperitivo en la terraza del restaurante San Angel Inn y posteriormente cenar en el salón frente a la chimenea alguna delicia de la cocina tradicional mexicana, o por lo menos así lo recuerdo.
¿Y luego qué?
Luego todavía falta recorrer La Condesa, ir a echar un helado a Roxy como lo han hecho parejas y familias desde los años 60 y caminar por el Parque México para terminar con unas quesadillas de puesto al puro estilo mexicano y si se tiene energía irse a un bar de la zona. No es mi estilo, pero dicen que se pone bien. Lo dejo a consideración del visitante, jajajaja!
Ahora bien, si se te atraviesa un domingo, aprovecha el cierre matutino de Paseo de la Reforma para caminar, patinar o andar en bicicleta. Me parece que una de las iniciativas que aunque son molestas para los automovilistas de la ciudad, a los transeúntes les da un respiro de paz en pleno corazón de la capital y qué mejor que éste sea antes de hacer la visita cultural que cualquier propio y extraño debe hacer por lo menos una vez en la vida: La del Museo de Antropología.
¿Y ya?
Claro que no, la ciudad es enorme, pero para mí éstos son los rinconcitos que uno no se debe perder. El resto ya depende de cada quién, de sus gustos y curiosidades. La oferta de conciertos, obras de teatro y entretenimiento en general me parece es importante en la Ciudad de México y uno puede encontrar siempre algo distinto para hacer más allá de irse a aplatanar frente al televisor.
Sobra decir, que la lista de restaurantes aquí se quedó cortísima, me faltaron varios, pero no puedo irme sin dejar de invitarte al afamado a nivel mundial Pujol, o si no, también están el Dulce Patria y el Quintonil.
Por último, y esperando haya el tiempo suficiente me atrevo a recomendar un viaje a las pirámides de Teotihuacán. Una caminata por la Avenida de los Muertos, la Pirámide del Sol, la Pirámide de la Luna, el Juego de Pelota y finalizar la visita en La Gruta para refrescarse con una Pacífico bien helada y comer platos típicos como los de la abuela en casa mientras bailan la Danza del Venado y otros clásicos prehispánicos. Y recuerda que si hay acceso a un guía de esos del Instituto Nacional de Antropología para que nos cuente la historia, la visita será doblemente interesante, y no nada más ahí, sino en cada visita hecha, estoy segura que descubrirás secretos inesperados de mi México, Distrito Federal.