Hemos decidido que cada semana seleccionaremos algo para visitar de todas las ofertas de esta ciudad. Nuestra primera selección fue el Musée d’Orsay. Varios de los que supieron que andábamos por este museo expresaron en redes sociales lo que les evocaba y fue maravilloso, pues hubo desde recomendaciones para no perdernos tal o cual obra, hasta el anhelo de acompañarnos en el recorrido. ¿Saben qué? Nos acompañaron a través de sus comentarios.
Personalmente, dado que creo tengo una vena bastante artística, resulta casi evidente que la pintura me fascine, sin embargo, nunca la he estudiado formalmente, por lo que sé bastante poco o más bien, tengo conocimientos casi nulos de ella. De tal modo que antes de la visita me puse a leer un poco sobre la historia del museo y su exposición permanente. Lo que sí sabía y era definitivo, es que quería ir a ver las obras de Van Gogh y a Degas y sus bailarinas que desde niña me han cautivado.
Sonó maravilloso en lo que leí del origen del museo, que solía ser una estación de tren y desde mi muy limitada primera impresión era simple lo que yo iba a buscar a ese museo ¿no? Pero cinco horas después de haber entrado a tal majestuosidad y no sólo haber tenido frente a mí a Van Gogh y a Degas y sus bailarinas, sino a Millet, Renoir, Monet, Manet, Toulouse-Lautrec, Cézanne y eso sólo por mencionar los primeros nombres que vienen a mi mente, bien valió la pena que al día siguiente no pudiera moverme de tanto que me dolían los pies.
Con toda seguridad afirmo que debo regresar, pues me faltaron obras por ver y tiempo para disfrutar las que más llamaron mi atención. Quedé maravillada con la pintura del s. XIX, quedé maravillada con la museografía de esta ciudad y pensar que apenas es el principio.
La próxima semana visitaríamos L’Opéra Garnier.