¡Pinche frío!

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A finales del verano de 2012 dijeron en las noticias que el invierno que comenzaba a acercarse sería largo y duro; uno de los más fuertes de los últimos diez años. Juro que yo tenía miedo, mucho miedo, a pesar de que al mismo tiempo no estaba segura de comprender lo que significaría. Así, me fui dando cuenta durante la segunda quincena de octubre que ésta era ya más fría que hacía un año cuando mi primer otoño europeo, no obstante, al mismo tiempo estaba muy contenta con la forma en que mi cuerpo iba respondiendo a las inclemencias del clima. ¿Sería que aguantaba mejor o simplemente que ya había aprendido a vestirme? Me parece que un poco de ambos.

Pronto llegó diciembre y estaba mucho más cálido de lo que yo hubiera pensado, hasta lo sentía menos oscuro. Pero, ¿sería que mi mente esperaba algo peor? Sí, seguramente; bueno, eso digo yo. Las gripas también se disminuyeron notoriamente a razón de 7:1, siendo siete durante el invierno anterior y tan sólo una en esta temporada. Ah, y debo ser honesta: sin vacuna contra la Influenza Estacional.

Pero una vez que llegó enero la historia sería distinta, pues tuvimos una señora nevada; sí esa que no paró en tres días y que hasta el aeropuerto nos cerraron. Para mi buena suerte tenía el alma apapachada con una de esas visitas que hacen que no se sienta nada más que el calor que brinda la familia del alma; sí esa mera, la que uno escoge. Por ahí recuerdo haber leído que habíamos pasado en 72 horas del “mira qué lindo que ya está nevando” al “chingada madre, ¿cuándo va a dejar de caer esta mierda blanca?” Sí, sí, a todos nos gusta la nieve de lejitos, pero no cuando hay que andar a pie por caminos cubiertos de blanco y cuidarse de no resbalar a causa del hielo. Los parisinos ya se veían realmente hartos de los majestuosos copos de nieve. La verdad, siendo honesta, en casa también ya nos tenían cansados, pues hacía un chingo de frío y humedad.

Un par de veces más vimos la historia repetirse; algo muy fuera de lo común para la Ciudad Luz, pero que a mis tulipanes sembrados a finales de septiembre les parecía maravilloso. Eramos conscientes de que estas flores eran oriundas de tierras en las que las heladas invernales son cosa de todos los días, pero para estos ojos tropicales fue posible terminar de comprenderlo hasta que yo misma pude mirar el comportamiento que nos resultaba hasta inverosímil en ese momento en que la ciudad completa se vistió de blanco.

Por un momento pensé a principios de marzo que lo peor había ya pasado y que la primavera estaba ya a la vuelta de la esquina, que llegando el 21 de marzo el sol haría su aparición y se quedaría con nosotros. Ilusa e inocentemente pensé que la temperatura comenzaría a subir hasta esos niveles que mi tierra natal mira tan normales para las vacaciones de Semana Santa, cuando todo el mundo saca los bikinis y corre a cualquier destino turístico en el que pueda uno tirarse al sol y tostarse cual iguana. Y aunque mi mente sabía que eso no sucedería, mi corazón lo anhelaba.

Y en efecto, lo único que sucedió fue que volvió a caer nieve y aunque por momentos mi corazón se sentía completamente devastado por el mal comportamiento del clima, mi cabeza sabía que era pronto para poder vestir ligera. Afortunadamente, alguien me recordó que podía ser peor cuando me compartieron este video con el que no podía parar de reír.

Diario de un argentino en Toronto

Hoy ya es 9 de abril y la temperatura máxima del día son 13 °C con 70% de humedad y 50% de probabilidad de lluvia. Es primavera. Tenemos temperaturas positivas y seguramente hay quienes aún se quejan por el cansancio que ha causado ya la falta de sol y el exceso de frío. Yo me escapé por casi un mes a mi México Lindo y Querido y regresé con mejores bríos, con más energía y con la esperanza de que estos climas ya terminen pronto. Que el calorcito ya va a llegar… dentro de un mes aproximadamente.

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