Hay quienes dicen que París es la ciudad más visitada del mundo, otros que está en segundo lugar sólo por debajo de Londres. Al final del día, desde que llegué aquí, a diario me enfrento a los turistas en las calles. Yo, al principio, también parecía una de ellos, e igual que a cualquier otro que viene de lejos y se encuentra con productos a lo que no se tiene acceso en su país de origen por costos excesivos o porque simplemente no existe la oferta comercial en cuestión, hay quienes creemos poder enloquecer en tal o cual almacén a cada momento y llevar todo lo que se necesita y hasta lo que no. Sin embargo, con el paso del tiempo uno es más cauto; sensato, creo yo, pues las cosas dejan de ser novedosas y se pueden hacer compras más inteligentes tras probar los productos, ¿no? Por eso, cuando nos instalamos a unos cuántos kilómetros de la mítica Torre Eiffel, uno de los sitios a los que me daba emoción y estrés ir y no enloquecer comprando todo lo que veía a mi paso y en donde procuraba solamente entrar y salir con lo justo necesario era Sephora. Y no es porque no conociera la tienda, sino porque en aquel entonces no había en México una oferta como ésta; solamente algunas imitaciones que me parece no han sido muy bien logradas.
No sé si sea algo característico de mi persona o si la mayoría de las mujeres lo sufran. Siempre he gustado de hacerme un arduo ritual de belleza en la mañana -el de la noche me da pereza, pero aún así trato de cumplirlo. Sin embargo, a pesar de encantarme el establecimiento, nunca me había vuelto asidua cliente sino hasta mi llegada a estas tierras y tenerla a unos minutos de casa. Seguro era el no tenerlo cerca. Y luego están los productos para la piel de laboratorios dermatológicos y que aquí parece solamente hace falta voltear hacia los aparadores de las farmacias y no saber cuál seleccionar.
Ahora, debo confesar que tengo mis elecciones específicas para productos en el cuidado de las uñas (OPI y Mavala), para las arrugas y las ojeras (Nuxe), para los molestos brotes de juventud mejor conocidos como barritos (Avène), perfumería predilecta (Roger & Gallet) y evidentemente, maquillaje para cada etapa de la transformación del rostro hasta buscar verme como estrella de cine… ok, ok no es para tanto, pero sí. Hablo desde mis más modestas entrañas, jajajaja!
No cabe duda que la novedad ha pasado. Ya sé qué voy a buscar cuando quiero una crema, un suero o un maquillaje, sin embargo, esa mariposita del éxtasis parece querer arroparme cuando entro al susodicho comercio. Entre mi grupo de amigas con el que platico TODO EL TIEMPO a pesar de que cada una se encuentra en un rincón distinto del planeta -las maravillas de la tecnología- parece que es esta emoción e interés por los productos de belleza, entre otros, un común denominador. ¿Será que necesitamos ayuda?