¿Cuántas veces no te invitan a una comida, a una reunión o simplemente al cine y pones cualquier pretexto para salirte del compromiso y no ir? Seguro que varias, pues todos lo hemos hecho en algún momento. Todos mis asiduos lectores que están lejos de sus tierras de origen o que en algún momento lo han vivido, estarán de acuerdo conmigo hoy en que ahora tienen la excusa perfecta para no ir a ninguno de esos latosos compromisos si no les gusta, pero seguramente hay otras veces en que uno no quiere perderse de los eventos por alegres o tristes que puedan ser; otras uno se ve en la necesidad de tomar la decisión y volar tantas horas como sea necesario y pedirle a ese Ser Supremo en el que se cree que interceda para poder llegar lo más pronto posible y poder ver, ayudar o simplemente estar con nuestra gente.
A pesar de que apenas pasamos del primer semestre de esta aventura, ya hemos tenido un poco de todo en esta área, pero claramente están las que nos han marcado más:
Si piensa uno en una persona que supera las ocho décadas de vida, no cabe duda que su tiempo de vida puede ya no ser muy extenso, sin embargo, mi cultura e historia no han sido exitosas aún en mi aprendizaje hacia el desapego. Lidiar con esta primera pérdida acongojó bastante al corazón, pues a pesar que a este adorable viejito no tenía mucho tiempo de conocerlo, sí tuve la oportunidad de conocerlo bastante cercanamente y de apreciarlo lo suficiente para que en el momento que me compartieron tan terrible noticia sentí las piernas cuales “Jell-O Jigglers” y hasta sollocé como si tuviera 30 años menos. Encontré la manera de hacerme presente, y posteriormente pude despedirme de él ahí de cerquita. Otra fortuna fue que pude dar de viva voz el pésame en primera instancia y hasta estar presente en su misa de despedida… A veces Dios nos hace estos regalos que debemos apreciar cuando los recibimos y ser conscientes de la bendición que es. Más de un mes ha pasado ya y apenas tengo el valor de sentarme a escribirlo, pues aún me cuesta trabajo pensar que ya no está entre nosotros, aunque seguro ya estaba cansado y como todo en su vida, también esta decisión la tomó cuando le pareció pertinente. Hoy, aunque por momentos soy egoísta y pienso que aún me quedó a deber mi visita para enseñarme todo aquello que conformaba Su París y mezclarlo con el mío, ya comienza la aceptación y no dejo de creer que desde esa dimensión desconocida aún para mí me echa un ojito y conoce mi París, este que recorro, vivo y me gusta, y por qué no, también al que a veces llego a detestar, pues con seguridad tiene similitudes con el de él, pero nunca será igual… bueno, eso creo fielmente.
La familia… esos seres maravillosos que iluminan nuestras vidas y que nos hacen tantísima falta cuando estamos lejos de ellos son a mi parecer los más extrañados. En segundo lugar, las amigas; esas hermanas del alma que vamos escogiendo a lo largo de los años y caminamos paralelamente durante un tiempo o por qué no, el resto de nuestras vidas. Evidentemente por ello, el compartir momentos de alegría con familia y amigos nos duele no poder tener, y mi primera experiencia en este tenor fue una boda. Majo se casó y es la primera “hija de una amiga” que se casa… pero qué coraje me dio perderme del evento, pues la conocí de unos 12 ó 13 años y la he visto convertirse en un mujerón, una chica guapísima, brillante, trabajadora y sobra decir, miembro de una familia que seguro está lejos de ser perfecta, pero que es maravillosa, pues es de las que ha sabido crecer junta. Esa apenas fue el fin de semana pasado en Acapulco y las fotos se ven preciosas. ¡Qué ira me da no haberte podido ver Majo! Sin embargo, sabes que te deseo todo lo mejor, que sé serás muy feliz y que pronto formarás una familia tan bella como de la que tú vienes. Te veías como toda una Princesa… Y a ti amiga, felicidades por haber criado una hija tan grande.
Al enamorarse uno de otra persona si tiene uno suerte suficiente llega el momento en que también se enamora de la familia. Así, HOY nos subimos al avión porque un papá se debate entre la vida y la muerte… y debemos estar allá pronto. Aún faltan tres horas de vuelo y no puedo pensar en nada más que en el momento en que nos bajemos del avión y podamos llegar y ver nosotros mismos y tener nuestra propia opinión. De dar fuerzas y aliento a quien lo necesite y de recibir también, pues el alma aquí también duele. Las lágrimas no se pueden contener –por lo menos las mías- pues sí, me enamoré de ese papá y NO quiero perderlo tan pronto, para mí es pronto. Pero si se va, sólo espero que haber decidido volar por 12 horas nos brinde la tranquilidad de haber hecho lo correcto.
…Entrando a Texas. Aún 1483 Km por recorrer.