¿Cómo se siente ser parte de una brigada de cocina?

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Conforme a las instrucciones de mi Coordinadora de Prácticas Profesionales, el lunes por la mañana llegué con una copia impresa de mi currículo, mi “Convention de Stage” (es decir, el Contrato de Prácticas Profesionales) y vestida lo más formal y profesional posible a la puerta trasera de lo que parecía un grandioso restaurante.

Entré al patio y deduje cuál era la puerta que daba a la cocina. Llamé a ella, pero como no hubo respuesta alguna así que con discreción la abrí y me permití entrar. El piso estaba resbaloso. Yo portaba zapatillas de tacón, así que tuve que prestar atención a mi forma de caminar. Un joven me vio y aunque nunca se detuvo en su preparación de una charola con pétalos de jitomate que serían confitados, me preguntó si podía ayudarme. Lo saludé y pregunté por el chef. Su respuesta fue completamente inesperada: El señor no estaba disponible y yo debería volver en una hora y media.

Decidí ir a un café ahí cerca, tomar mi libro del momento el cual obviamente cargaba en mi bolso, y pedir una taza de té. La mañana no estaba demasiado fría; mi elección fue una tisana, pero creo que era sólo para calmarme un poco. Honestamente no logré avanzar mucho en mi lectura; estaba ansiosa y el reloj no avanzaba con mucha velocidad que digamos.

Algunos minutos antes de la hora acordada pagué la cuenta, guardé mi libro y me puse mi gabardina. Caminé los 150 metros de vuelta al restaurante y entré de nuevo a la atareada cocina en la que la mise en place estaba por terminar. De nuevo, saludé y pregunté si el chef había vuelto. El joven llamó al chef en un tono de voz bastante alto y le dijo que había una dama que preguntaba por él.

Leyendo con mi taza de té

Éste se acercó y me invitó a pasar a una oficina muy pequeña; habrá sido de apenas 1.5 m², creo yo… cabe mencionar que soy bastante mala para esto del cálculo espacial. Me preguntó qué asunto me llevaba a verlo y le informé. Él asintió y me escuchó con atención. Preguntó luego por el horario que prefería yo para trabajar, si llevaba el contrato conmigo y cuándo quería comenzar. Todos los puntos importantes los discutimos en cosa de tres minutos máximo. Me parece que la entrevista fue más corta que una llamada telefónica.

Ambos firmamos los documentos y él volvió a dirigirse al joven diciéndole “empieza mañana” y me lo presentó como su Segundo de Cocina. El joven simplemente contestó con un firme “sí, chef”.

Mientras nos despedimos, el chef se dirigió a mí diciéndome “nos vemos mañana a las 8:00 en punto, señora”. Yo contesté con el mismo “sí, chef” lleno de firmeza y emprendí mi camino.

Estaba emocionada. Formaba parte de una brigada con dos estrellas Michelin. Sí, solamente era yo la practicante, sin embargo, nunca me hubiera imaginado podría ser posible, a pesar de haber sido un sueño pendiente por cumplir por años. Pero, ¿qué me esperaba? Ahora, sólo tenía que esperar un poco más para saberlo.

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