Descubriendo la ciudad de Málaga

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Una vez descansados nos dispusimos a prepararnos para la siguiente aventura que se llevaría a cabo conquistando las aguas del marino Mediterráneo. Dejamos atrás el Puerto Viejo para dirigirnos al Nuevo, el cual muestra la modernidad y el mercado tan importante que representa para el continente esta ciudad. No es el más importante ni el más grande, pero si he de ponerle algún calificativo, debo decir que me pareció magno, esplendoroso y activo. Aquí puede uno encontrar un número bastante importante de edificaciones que muestran vanguardia y desarrollo. Entramos a la zona de registro de lo que sería nuestro medio de transporte y hotel, en donde lo único que nos debería ocupar la mente era relajarnos, alimentarnos, comer y divertirnos durante los siguientes 7 días. Cierto es, que estos navíos tienen una gran oferta de actividades planeadas para el viajero y que uno no hace mucho si no quiere, sin embargo, nosotros no somos de los que vayamos a los acuapilates a las 7:00 de la mañana ni a cenar a las 19:30 con un grupo de desconocidos todos los días, así que disfrutamos de las amenidades según se nos presentaron interesantes, disfrutamos de los músicos que tocaban el piano o el rock n’ roll en el lobby central mientras disfrutábamos de algún aperitivo y optamos por seleccionar nuestra hora de cenar cada día haciendo la reserva en el restaurante.

 Pero estaba el recorrido que haría tremenda embarcación de más de 10 cubiertas; había mucho por conocer y a pesar de que habíamos planeado unas vacaciones en las cuales sólo aspirábamos a reposar y recargar las energías tras el periodo 2011-2012 que contaba con vaivenes trasatlánticos, mudanzas y un sin número de papeleos, decidimos aprovechar al máximo que había oportunidad de visitar nuevas latitudes para este par de vacacionistas.

En cada puerto de llegada hubo algo que nos cautivó. En Málaga, llegamos en plena semana de fiestas, lo que significó que encontramos a las mujeres vestidas en sus mejores galas andaluzas recorriendo la ciudad. Y qué decir de la Alcazaba, ese palacio fortaleza musulmán que domina gran parte del centro de la ciudad. Una construcción que aprendí era donde los emires árabes vivían cuando gobernaban el reino.

Luego fuimos al Castillo de Gibralfaro, que servía para proteger la Alcazaba y albergaba a las tropas. ¡Qué nostalgia me dio al ver aquello lleno de buganvilias! Y la sorpresa más grande para mis ojos fue cuando llegando al mercado central del siglo XIX y que aún funge como tal y la alameda principal lo único que me vino a la mente fueron mis orígenes aztecas; me hicieron ser consciente de lo que significaba pertenecer a un pueblo conquistado. Al final del día, para mi era la primera vez que estaba en España, la Madre Patria que le llaman algunos. Pues sí, me sentía rodeada de sitios, que aunque mis ojos jamás habían imaginado pudieren ver algo así en donde me encontraba, el alma iba y venía a mayor velocidad que la luz logra hacerlo y viajaba mi ser entre “La Blanca Mérida” y mi aquí y ahora de ese 15 de agosto de 2012.

¡Cuántas sorpresas! Y apenas era el primer destino. La dosis se repetiría seis días más. Las sorpresas apenas comenzaban, y el siguiente puerto era Gibraltar.

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