Descubrir lugares nuevos en esta ciudad puede resultar verdaderamente fácil, pues sólo hace falta darnos la oportunidad de recorrer alguna calle, avenida o incluso algún callejón que date de la Edad Media y atrevernos a entrar en algún sitio nunca antes visto. No puedo verdaderamente explicarlo pero hay locales que a la distancia se ven pinches de cabo a rabo, otros que no obstante su aspecto no me atraen para nada y que me atrevo a entrar en ellos con un poco de miedo o por explícita recomendación de alguien de confianza –aunque a veces incluso tras la recomendación salga por patas. Están también los que nada más voltea uno a su puerta e invitan a entrar en su sala, y evidentemente, están los que se miran tan lindos que hasta miedo da poner un pie dentro de ellos porque puedan pedirme las escrituras de la casa a la hora de traerme la cuenta.
Así, a un costado del Barrio Latino y saliendo del metro Odéon está un pasaje que de hecho tiene más de 500 años de existir. Ahí, encuentra uno al chino que vende joyería de fantasía, un restaurante que me han dicho es bueno, pero su aspecto (higiénicamente hablando) no atrae mi atención en lo más mínimo y un lugar que parece regalar en lugar de vender los chocolates de su vitrina porque siempre está abarrotado y resulta imposible entrar. Intenté conseguir mesa dos o tres veces sin reserva, pero no tuve éxito. Tampoco sabía por qué era tan popular el lugar si no parecía ser nada barato. Pensé que con seguridad se trataba de alguno de esos “imperdibles y excepcionales” rinconcitos que se encuentra uno por ahí escondidos en la ciudad.
Con el tiempo y un poquito de aprendizaje, no solamente tuve la suerte de conocer, sino hasta de tomar clases con quién fue el chef de cocina de este lugar cuando abrió sus puertas. El dueño es un maestro chocolatero: Pierre Clauziel, y según lo que leí, para él, los domingos son un día especial, así que creó este lugar, en donde para nuestro afamado maestro chocolatero se reúnen todos los sueños chocolatosos… ok, esa es mi forma de explicarlo. Él dice que es una Concept Store, pues tiene una boutique de chocolates, un bar de chocolate, un restaurante, y clases de cocina y pastelería alrededor del chocolate, no obstante, aquí entre nos, a mí me parece un restaurante en toda la extensión de la palabra con una chocolatería al lado y ya, pero soy consciente que no la he recorrido completa, sin embargo, y como es de esperarse, este lugar tiene una particularidad muy especial, pues todo platillo ahí servido cuenta con algo de cacao o chocolate.
Para este señor, compartir la alegría es dar su tiempo, descubrir, degustar, chuparse los dedos, reír, aprender la poesía del chocolate y su universo. Así pues, que el sitio, puede usted mi querido lector imaginarse, es único.
Finalmente logramos ir entre semana y no el día que descansó el Señor –jajaja!- con unas visitas que merecían tal apapacho. Nos atendieron maravillosamente y la comida también fue toda una aventura, pues en efecto cacao y chocolate desde que llegamos. Ahora bien, podría pasar las próximas cinco líneas enlistando todos los platillos degustados alrededor de la mesa, sin embargo, lo mejor será decir que este es de los sitios que se deben guardar en la agenda, pues no importa que sea domingo, jueves o martes, pero que si andan por mi querida Ciudad Luz, se den la oportunidad de pasar por Un Dimanche à Paris y se dejen cautivar por las creaciones del joven Chef Jean-Pierre Jullien y el maravilloso chocolate del maestro Clauziel
Dirección: 4 Cours du Commerce Saint-André, 75006 Paris
Metro: Odéon
Teléfono: +33 (0)1 5681 1818