Tejido de punto y gastronomía: Un festín para la vista

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Cuando era niña, la mayor parte de los regalos que me daba mi amada abuelita era algo de crochet o tejido con dos ajugas. Ante mis ojos, ella era la mejor artesana del mundo y cuando tenía yo unos cinco o seis años de edad le pedí que me enseñara a tejer con dos agujas. El resultado fue catastrófico, ni más ni menos. Me enseñó cómo montar los puntos, pero yo los desmontaba, y ella, que hacía magia con esas agujas y podía enseñar a cualquiera a imitar sus gestos, era incapaz de replicarlo en mi, su nieta. Pantuflas, chales, bufandas, de todo… y eso que sólo estoy hablando de su trabajo con estambre. Evidentemente, mi interés hacia el desarrollo de mis habilidades artesanales quedaron olvidadas en un cajón por bastante tiempo, aún cuando siempre me han gustado las piezas hechas a mano que le calientan a uno a lo largo del invierno.

Pero, ¿qué tine que ver esto con La Gourmandista? Pues bastante, porque como podrá usted imaginarse, querido lector, mucho de lo que yo leo actualmente es sobre comida o está relacionado de algún modo con la comida, así que hace algunas semanas estaba revisando mi bandeja de entrada y el TL de mis redes sociales cuando vi algo que llamó mi atención: ¡comida en crochet!

Mi reto era lograr ponerme en contacto con el artista y conocer su trabajo; su increíble trabajo. Entre más investigaba y encontraba información sobre sus platones y charolas, más me enamoraba de su trabajo.

Trevor Smith aprendió a tejer cuando era niño. Su madre, Jean, fue quien le enseñó cuando él todavía estaba en la primaria, y aunque aún en la actualidad es un hobby, puede dedicarle hasta 40 horas a la semana tejiendo en fines de semana y después de trabajar. Un artista en toda la extensión de la palabra, pues ha sido curador de varias colecciones culturales y de arte en los más de 30 años de experiencia que tiene en el campo, pues es un profesional de las artes visuales y la escultura.

Fuera de las grandes ciudades en el sur del Estado de Victoria, en el pequeño poblado de Portland al sur de Australia, Trevor puede hacer en crochet cualquier cosa en prácticamente cualquier lugar, siempre y cuando tenga un ganchillo y una bola de lana, pues no utiliza patrones, sino que se inspira; crea. En el pasado hacía ropa y cobijas como cualquier otra persona que teje, sin embargo, en el tiempo comenzó a hacer cubreteteras; unas piezas más esculturales, aunque igualmente funcionales que un suéter o una bufanda.

Posteriormente, Trevor comenzó a trabajar en esculturas suaves, hizo trabajo con parches y confeccionó edredones (quilting), incluso hizo vestuarios. Luego, después de un descanso de 25 años, el crochet regresó a su vida y evolucionó. Comenzó entonces a trabajar en piezas mucho más artísticas e incluso en una exhibición. El pasado mes de diciembre de 2017 creó una exhibición llamada ‘Cocktail Hour’ (‘La hora del coctel’) en la galería de arte contemporáneo Michael Reid Sydney en la que era posible ver alimentos y electrodomésticos, así como artículos para el hogar estilo retro y cubreteteras de tipo ‘ama de casa’ y hasta era posible comprarlas. ¡Un verdadero deleite!

Estoy segura que en el 2018 versos más y más de este este gran narrador de historias, pues cada pieza que teje tiene una historia específica que forma parte de una historia más grande aún, y con suerte y hasta tenemos ocasión de conocernos en persona.

Todos las fotografías son cortesía del Artista y de Michel Reid Sydney.

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