El Valle del Loira, una región de Francia que tienes que visitar

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Hace unos diez años escuché a una pareja hablar de un viaje que había hecho para recorrer los castillos que se encuentran en el Valle de la Loira. Sonaba a un cuento de hadas que en mis sueños regresaba ocasionalmente. Yo quería hacer ese viaje algún día… algún día.

Así, cuando nos preguntamos qué queríamos hacer durante el verano concluimos que sería adecuado visitar algún rincón del país en el que hemos construido nuestro hogar. Decidir las coordenadas específicas de la aventura parecía difícil, pues aunque territorialmente hablando Francia es mucho más pequeña, ella está llena de ciudades, pueblos y campo digno de visitar, sin embargo, recordé La Loira y sus castillos.

El clima era envidiable; claro, era agosto y aquí es justo cuando a uno le gusta pasear, pues hay mucho sol y nadie quiere estar encerrado en su casa.

Lo primero que teníamos que decidir era cuáles castillos recorreríamos, durante cuánto tiempo y cómo nos transportaríamos, pues si bien podríamos irnos en tren a las ciudades principales, hay varias de estas bellezas que aunque las distancias entre sí no son extraordinarias, sí están en pequeñas poblaciones y no a un lado de la vía férrea. Después de un día entero de investigaciones llegamos a la conclusión que iríamos por ocho días y que aunque rentaríamos un auto, de la ciudad saldríamos en tren. Claro está, que también preguntamos por aquí y por allá y escuchamos con atención las recomendaciones de los locales, quienes no dudaron en hacernos saber que era un viaje que todos hacen en algún momento de la vida no sólo por su belleza, sino por la gran cantidad de historia que se esconde en estas edificaciones que datan de cientos de años atrás.

El día llegó y aunque todo prometía ser perfecto dejó de serlo desde antes de salir de casa, pues  perdimos el tren para el que habíamos comprado nuestros tickets. Afortunadamente, había otro que saldría en un par de horas, por lo que decidimos irnos a la estación y tomarlo. En fin, unas horas más tarde, pero llegamos al destino deseado. Los días se nos hacían cortos y caminamos como turistas empedernidos y no terminamos todos los castillos de la zona. Sin embargo, creo que recorrimos todos los que queríamos; si no, pues nos habrá faltado sólo uno o dos. Cada uno de ellos es único. Está el que cautiva por sus jardines, el que llama la atención por su arquitectura tan avanzada para la época en que fue construido y hasta el que resulta estúpida e increíblemente enorme. Tan grande, que resulta inimaginable vivir ahí desde mi perspectiva, pero claro, no soy François Ier.

Resumir la semana de visita al Valle de la Loira me resulta difícil, pues viajé por la historia de Francia cuando visitamos ChambordChenonceau y Blois. Encontré jardines que jamás hubiera imaginado posibles como los de Villandry y me sentí en un cuento de hadas cuando vi Ussé y escuché el relato sobre Perrault y su inspiración para escribir La Bella Durmiente; inclusive me topé con la primera edición de las Fábulas de La Fontaine en Serrant. En fin, me quedo cortísima al intentar transmitir lo que vi y lo que sentí. De lo que sí estoy completamente segura es que durante esos días me sentí soñar día y noche. Un sueño hecho realidad y no me queda nada más que agradecerlo a la vida y a quien lo hizo posible. Mi compañero de viaje no pudo ser mejor; mi compañero en el viaje de la vida. O por lo menos hasta ahora así lo siento y lo quiero.

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