En mi México Lindo y Querido tomamos vacaciones cuando todos los astros se alinean y estamos seguro que no nos van a correr del trabajo por tomarnos 4 ó 5 días -fin de semana incluido y a cuenta de vacaciones. También, si se tienen niños, estos periodos tendrán que coincidir con los descansos escolares, es decir, en Navidad/Año Nuevo, Semana Santa o entre julio y agosto, aunque a decir verdad, los niños cada día tienen menos vacaciones en mi país y veo que aquí tienen descansos cada seis semanas aproximadamente. ¿Qué es mejor? No tengo idea, pero así los planes para viajar deben ser cuando se vive en la tierra que me vio nacer. Ahora bien, si eres un ejecutivo de esos adictos al trabajo, pues sólo me queda añadir a todo lo anterior, que también hay que encontrar la manera en la que la empresa sobrevivirá sin tu presencia y obviamente traer el teléfono celular con la línea disponible y conexión de datos activa, no obstante el costo que devengará, pues ¿qué tal que me necesitan? ¿qué tal si hay algún problema y no hay manera de que me encuentren? Todo sacrificio vale la pena por poder tomarme ese soñado VTP de 4 días y 3 noches al paradisiaco puerto de Acapulco, Ixtapa Zihuatanejo, Cancún, Los Cabos o si ya eres muy pero muy pudiente, Playa Tamarindo en compañía de mi familia, de amigos o de mi pareja.
En estos lares los empleados tienen derecho a algo así como 5 semanas de vacaciones al año, lo cual significa que pueden darse el lujo de tomarse una buena cantidad de descansos cortos durante el año y una pausa de por lo menos dos o tres semanas sin problema alguno. Lo más impresionante para mis ojos recién desempacados de la tierra de Moctezuma es que la gente lo hace. No importa a qué se dediquen, si son pequeños empresarios o altos ejecutivos de imperios industriales, empleados de nivel medio o recién egresados de licenciatura. Si tienen vacaciones, las toman. Y qué mejor momento que cuando hay sol, cuando hace calorcito y éste te invita a las playas. Sí, sí, ya sé que las playas mexicanas son las más bonitas del mundo, pero después de seis meses de frío y lluvia, cualquier ser humano cuerdo corre y algunos hasta se desnudan frente sol y a falta de playa, el bikini es utilizable hasta en el Campo Marte a un costado de la Torre Eiffel -no es broma señores, lo vi. Así, que hasta a las playas artificiales a la orilla del río Sena y de las que Marcelo Ebrard sacó la idea para reproducirlas en el Distrito Federal, en las que chicos y grandes corren y se tiran cuales lagartijas hasta quedar como langosta recién sacada de la olla vaporera y regresar entonces a sus escritorios al final de agosto o si se puede, la primera semana de septiembre.
Por eso, con la llegada del verano, la cosmopolita París comienza verse desierta. Los parisinos toman sus maletas y abandonan la “estresante” ciudad. Sí, así con comillas, porque yo veo que la Ciudad de México puede ser mucho pero mucho más estresante que la Ciudad Luz que vivo. Los comercios que de por sí durante el año cierran los domingos, ahora cierran por hasta cuatro semanas por vacaciones anuales de verano o simplemente tienen horarios reducidos para tener jornadas menos ajetreadas. Y no hay que verlo mal, pues simplemente están cansados los trabajadores y todo el mundo se merece un descanso ¿O qué no? Y si sumamos que los barrios parecen ciudades fantasmas, pues lo único que permanece abierto es lo que será atractivo para el turista.
Y como mi mamá me dijo que ‘a donde fueres haz lo que vieres’, pues nos dispusimos a tomarnos dos semanotas de descanso, lo cual para un par de mexicanos adictos al trabajo que no solían salir más de una semana de su oficina porque siempre estábamos a tope de actividades y seguramente las empresas se desmoronarían sin nuestras presencias, pues resultaba un tanto complicado abandonar la ciudad por tanto tiempo. En defensa del periodo vacacional, debo decir que sí, ya estábamos cansados y a la redonda de nuestros aposentos ya era prácticamente un pueblo fantasma. Con decirles que hasta mis marchantes fruteros, verduleros y pescaderos, por sólo mencionar algunos, andaban de vacaciones y por víveres para la última semana que estuvimos en casa pagué una fortuna, llegando a la conclusión de que seguramente de ahí podía venir la famosa frase de “Hicieron su agosto”, porque pagar casi 60 euros por fruta y verdura para una semana era una mentada de madre, bueno, eso digo yo ¿o me equivoco?
Pero como hasta el día de hoy no conozco a nadie que se queje de viajar y conocer, con boleto de tren en una mano y maleta en la otra nos dispusimos a conocer, a descansar y dejar la capital gala por un par de semanas. El descanso no sólo era necesario, sino imperativo y si tendría que estar hasta a 40 ºC, por lo menos que fuera en algún lugar de recreo.
Al final de los 10 días en los que viajamos, comimos, conocimos y nos divertimos como enanos llegamos a la conclusión de que el próximo año queríamos las tres semanas que todos se toman por aquí, pues nos faltó tiempo para disfrutar y aunque ya no estábamos cansados y nos sentíamos preparados para lo que viniera, nos gustó sentirnos libres de responsabilidades, aunque hubo que atender un par de llamadas de trabajo y visitar la bandeja de entrada del correo electrónico. Hoy, las calles comienzan a verse que regresan a la normalidad. Los niños vuelven a clases el próximo lunes y con ello probablemente la vida de todos los parisinos volverá a prepararse para el verano 2013.
En lo que a mí respecta, no quiero que el sol se vaya… espero se siga asomando algunas semanas más por mi ventana, pues estoy segura que lo voy a extrañar.