No. Esta entrada no trata de la actriz de origen francés Audrey Tatou y su famosa película del 2001 de título Amélie, sino de la joven mujer de la que hablé en mi entrada anterior, y quien a la distancia me enseñó más de lo que ella seguramente podría imaginarse.
El día que llegué a trabajar como practicante a una cocina profesional me sorprendieron muchas cosas. ¿Por qué? Pues primeramente porque quería aprender tanto como fuera posible de lo que ahí pasaba. Deseaba estar tan atenta y alerta como fuera posible para comprender la dinámica del lugar. Primeramente, fue evidente que nosotras, las chicas, éramos superadas en número de manera importante en todas las áreas del restaurante: la cocina, el comedor, en todos lados. Creo que el único sitio en el que había más chicas que chicos era en el laboratorio de pastelería, pero me enfocaré en la cocina, dado que es donde dejaba mi tiempo y esfuerzo.
En total -sin incluirme- había tres, ¡TRES! La brigada era de alrededor de quince personas y sólo tres eran mujeres cuando entré en la cocina. Una era ayudante en la sección fría, la segunda era una aprendiz a cargo del aperitivo y la tercera originalmente se encontraba trabajando en los pescados y mariscos, pero unos días después cambió de puesto y trabajaba en la preparación de cárnicos. Supongo que era una Demi-Chef. Trabajaba para el Sous-Chef y ella estaba encargada de preparar los productos cárnicos durante la mise en place, la distribución de proteínas durante el servicio, así como algunas tareas específicas para otras preparaciones.
Su nombre: Amélie. Una joven mujer de talla pequeña de apenas treinta años cuando mucho. Ella, igual que yo, reconvertida profesionalmente a la cocina. Originalmente una abogada con maestría y que trabajaba para el Estado Francés, según entiendo, pero que en realidad no lo disfrutó desde el inicio, de manera que decidió volver al aula de clases, pero esta vez a la escuela de artes culinarias. Asistió a clases y aprobó sus exámenes como cualquier otro estudiante. No obstante, para el sistema francés ya era tarde para comenzar esta profesión. Los cocineros comienzan a ser aprendices a los 15 años de edad, y prometo no es exageración. Así que en sus veintitantos… tarde, muy tarde. Pero, aceptó el reto.
A través de ella aprendí que ser una chica en una cocina profesional es más difícil de lo que uno podría esperar. El trabajo es muy físico y entre sus tareas diarias se encontraba la distribución de los suministros del almacén, por lo que subir y bajar escaleras con cosas pesadas era parte de la rutina diaria. Pero ojo señor lector, no entre usted en pánico, por favor, no se trata de un abuso, simplemente se trata de una tarea normal en cualquier restaurante y alguien debe hacerla. Lo único es que ella se había sacado el boleto ganador en la tómbola.
Tómese además en cuenta que hay que lidiar con una brigada conformada en su mayoría por hombres. Mi percepción es que en muchas cocinas profesionales en Francia es que la mujer no es vista como una trabajadora seria, por lo que molestar al llamado ‘sexo débil’ puede ser una práctica común. ¿Y qué creen? Sí, para que ella pudiera ser vista como una cocinera seria y trabajadora debía demostrar que no tenía un solo hueso débil en su cuerpo, que su carácter era siempre y en todo momento fuerte y que sus emociones eran inexistentes no obstante el comentario que le hiciere su interlocutor.
Una vez recuerdo haberle dicho “Creo que eres una mujer muy fuerte, Amélie”. Ella respondió con un humilde “No siempre”. Aún así, yo pienso que ella es fortísima y sólo espero verla un día a cargo de su propia cocina. Para mí sería un honor cenar en SU mesa del Chef.