Pesto, Carbonara, Alfredo, Alla Routa… como sea, ¿a quién no le gusta la pasta?

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La gente que sabe un poquitín sobre cocina dice que preparar pasta es lo más fácil de hacer. Sin embargo, veo que pocos se atreven a hacerlo. En México recuerdo comprar pasta esporádicamente y solo cuando iba a la tienda adecuada y normalmente a un precio exorbitante… 90 a 95% de ganancia mínimo con seguridad. Luego, encontré que la pasta fresca podía conseguirse a un precio muy conveniente en casi cualquier supermercado en Francia y además de todo, creo que con una calidad decente. Digo, no es de restaurante, pero sabe mucho mejor que la Barilla seca o el tan amado Mac n’ Cheese por niños de un rango de edades bastante amplio.

Evidentemente, una vez que me empecé a entrenar en las artes culinarias, no solamente quería yo aprender cómo cortar un pollo en un fricasé, o sea en las 8 piezas que debe de dividir un pollo conforme a los platillos franceses tradicionales, sino también algunos platos esenciales que cualquiera que se haga llamar cocinero debe saber preparar, como la pasta. Debo admitir que en mis pensamientos esta lección creí llegaría antes en la aventura, no obstante, encontró camino hacia la sala de demostraciones en el momento perfecto; más bien cuando ya no podía yo esperar un momento más, ¡jajajaja! Y así, el Chef comenzó a explicar el procedimiento que, en realidad, SÍ, es muy fácil de seguir. Debo decir que aunque sabía que se le podía y que de hecho, le añadiríamos semolina a nuestra receta, nunca me detuve a reflexionar sobre la proporción. Mi profesor, el Chef Vaca, nos dijo que un Chef italiano con quien él trabajó en el pasado le recomendó usar una mezcla de 50% harina de trigo – 50% semolina para que la pasta sea más ligera y fácil de digerir.

Pero como siempre, la clase demostrativa era tan solo la mitad de la experiencia, ahora me tocaba prepararla. Desafortunadamente, y por alguna razón sobre la que no especularé, no había una “maquina para pasta” disponible en la clase práctica, lo que significaba que tendríamos que hacer los tallarines y que éstos terminarían por salir muy gruesos y quedarían cortados irregularmente -es que uno empieza a ser muy exigente y orientado al detalle para lograr un platillo lindo y lleno de sabores. Me sentí como un niño haciendo magia deliciosa. La preparación salió mucho mejor de lo que yo esperaba. Sí, un poco gruesos, pero no demasiado. Llenos de sabor. Sentía que se fundían en mi boca… y tan solo eran la guarnición del platillo.

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