No puedo decir que siempre había querido a ir a la ópera, ni que era una de esas experiencias que yo pensaba debía hacer antes de morir ni mucho menos. No tenía una razón específica ni para interesarme en ella ni para decir que la detestaba o me causaba sueño. En alguna época de mi infancia y adolescencia aprendí a escucharla y nada más, inclusive existen varias piezas que me gustan y que de vez en cuando escucho en casa o en mi iPod mientras leo, camino o voy en metro. Al final de mis años veinte alguien compartió conmigo tener un familiar o amigo, qué sé yo…, alguien quien viajaba solamente para ir a ver la ópera a distintos recintos. Yo pensé que era un gran afortunado, pero no estoy segura que él opinase como yo, pues sin pena ni gloria declaraba abiertamente no saber nada del tema y quedarse dormido en las plena función a cada momento. En fin, tomando lo anterior en cuenta, consideré no estar yo completamente por la calle de la amargura, pero tampoco podía -ni puedo- considerarme una gran conocedora de esta dificilísima disciplina artística; yo sólo canto en la regadera y bastante desafinadamente. Hubo alguna vez algún patanazo que me dijo que cantara bajito o solamente para mí… ¡Pendejo!
Museos, sitios históricos y espectáculos de altísima calidad son tan sólo algunas de las ofertas culturales que igual que en mi país puedo encontrar en esta ciudad. Distintas solamente, pero puedo decir que del mismo nivel, de la misma calidad. Estoy de acuerdo que París tiene muchas más al mismo tiempo, pero me parece tiene que ver con un tema de presupuestos, pero eso no significa que hagan 150 representaciones del mismo espectáculo, todo lo contrario, hacen unas cuántas y si uno quiere conseguir boletos debe estar a las vivas para conseguirlos. Por ello, se debe estar muy pendiente de los afiches que se miran por las estaciones de metro y en las calles para no perderse de ese espectáculo, concierto u obra teatral que quisiéramos ver.
No recuerdo bien hacia dónde iba, pero vi este póster que me causó mariposas en la panza:
En París se presentaría dentro del entorno del festival Opéra en Plein Air que ha llevado durante los últimos ocho años ininterrumpidamente una obra distinta a distintos foros y aquí sería en el Hôtel des Invalides, uno de esos sitios que adornan la ciudad con su historia y su belleza, pero solamente había unas cuántas representaciones. Así que nos pusimos de acuerdo con las amigas que iríamos y adquirimos los boletos para entonces esperar con ansia la fecha del espectáculo.
Evidentemente, hubo que hacer la tarea, así que leímos un poco de la historia y compartimos con quienes iríamos al evento qué era lo que nos gustaba de esta obra en particular. Hubo quién hizo una sesión musical a priori para recordar las piezas musicales que conforman la obra; yo no, yo sólo leí para entender bien la historia.
Creímos llegar justo a tiempo, pero afortunadamente la producción tuvo un retraso y tuvimos tiempo suficiente para sentarnos con calma en nuestros asientos, esperar unos diez o quince minutos y dejar que empezara el espectáculo. Llena de emoción me detuve a reflexionar un momento sobre el espectáculo, sobre mi opinión en relación con la ópera, en fin, me metí en mis pensamientos. Me preocupaba el retraso a causa de una cámara de televisión -la más importante según me explicó Guillermo (para quienes no saben, él tuvo una gran escuela en lo que respecta a la televisión a través de su padre)- y qué harían si no lograban hacerla funcionar. También me preocupaba cómo se escucharía, pues estábamos en un lugar al aire libre y no estaba segura de que la acústica fuera a ser la mejor del mundo. Me preocupaban los micrófonos, ¿qué tal que se escuchaba con eco, o si el sonido retumbaba? De repente, apagaron las luces y el espectáculo comenzó. Mi ojo crítico me hizo levantar la ceja y asombrarme, pues la cámara de televisión funcionaba, los micrófonos invisibles, el sonido prístino y las voces parecían de ángeles. No pude parpadear un segundo. Sólo encontré una falla en todo el espectáculo al mover la escenografía para que éste fuera perfecto… pero, en realidad no afectaba al show ¿o sí?
Aprendí mucho, entendí bien la historia y se me enchinó la piel. Ahora quiero más, así que tendré los ojos bien abiertos para no quedarme sin boletos y poder disfrutar de algún otro espectáculos de éstos.
Elenco de Aïda en el Hôtel des Invalides de Paris