Una vez que nos instalamos de vuelta en México ansiaba compartir mi cocina con familiares y amigos. Así pues, me decidí a hacer una reunión la noche del Día de Reyes. Llamé a algunos de ellos y todos gustosos aceptaron la invitación. Pensé que sería una maravillosa oportunidad para compartir algo de todo lo aprendido en el último año de mi vida.
Puse entonces manos a la obra. Me costó trabajo encontrar algunos de los ingredientes a los que ya me había acostumbrado, sin embargo, en cuanto tuve todo en mis manos, con facilidad hice una muy francesa ‘Galette des Rois’ al puro estilo parisino, no obstante, me tocó salir a buscar una versión comercial de la Rosca de Reyes porque preferí no errar a experimentar, pues al final del día, era la primera ocasión en que nos reuniríamos con varios de los que habíamos extrañado tanto y quería que todo estuviera perfecto.
No puedo negar que pasamos una linda velada, sin embargo, me quedé pensando que me habría gustado más tener conocimientos de panadería mexicana. Retomé el pensamiento de que no sabía mas que lo que había yo visto cocinar en mi infancia. Y en toda honestidad, mi madre preparaba enchiladas suizas y chicharrón en salsa verde, nunca pozole o cochinilla pibil, mucho menos una Rosca de Reyes. Y no es que no supiera cocinar, simplemente no vengo de una familia en la que se hicieran cien tamales para Navidad o Chiles en Nogada el 15 de septiembre.
Investigué por todos sitios -especialmente en Internet-, y toda la información disponible me llevaba a los mismos profesores; a la misma escuela. Yo no tenía idea de quiénes eran o cuánto sabían. V después aprendí mucho, pero en el momento me parecía inverosímil que teniendo mi país una tradición gastronómica tan grande, el único lugar donde enseñaran verdadera cocina tradicional mexicana fuera así de pequeño. Volví a casa y lo hablé con algunos de los míos y hubo quien sí los conocía y hasta me dio santo y seña. Sentí reconfortante. Hizo falta que una sola persona en la que yo confiaba supiera de quiénes se trataban para que por doquier comenzaran a recomendarme el lugar y hasta a empezaran ya educarme en la gran trayectoria de ambos profesores. Habría que dedicarle otro año, pero parecía que aprendería mucho más que cómo hacer chilaquiles y tamales.