Cocinar y comer en casa no es un castigo

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En marzo del año pasado nos vimos obligados a quedarnos en casa. Todos los restaurantes cerraron y de la noche a la mañana todos tuvimos que sacar nuestras mejores destrezas culinarias. Unos aprendieron a hacer ensaladas y lo más versados a hacer pan. Por ahí hubo alguien que muy orgullosa me compartió que aprendió a usar el horno. Y no es para menos, pues nunca antes había esa persona tenido la necesidad de alimentarse tres veces al día sin salir de casa y sin nadie que lo hiciera por ella.

A mí, como alguien que ama cocinar y hornear, esos meses fueron una delicia en este aspecto de la vida, pues preparamos una gran variedad de platillos nuevos. Nos permitimos probar ingredientes que antes no habrían entrado a casa porque no queríamos salir constantemente al mercado ni al supermercado. Además, era una especie de terapia, pues poníamos música y era la actividad del fin de semana que nos desconectaba de todo.

De hecho, implementé el día de producción y aunque ahora paso varias horas en la cocina un día del fin de semana (normalmente escojo el domingo), es cuando preparo lo que vamos a comer durante toda la semana laboral. Para el viernes ya son solamente restos, o sobras, como decimos en México, y el fin de semana volvemos a la planificación y a producir nuevamente. Ahora, incluso con miras al regreso a trabajar fuera de casa y retomar actividades fuera, me parece que este hábito se quedará con nosotros, pues disfrutamos mucho de poder abrir el refrigerador y tener la paz en el alma que le da a uno saber que hay algo listo para ser consumido al momento tras sólo calentarlo.

Pero supongo que no todos lo ven así, y aunque a varios sé les ha gustado incursionar y hacer sus pininos en la cocina, he escuchado que hay muchos, incluso gente que dice le gusta cocinar, están ávidos de dejar de hacerlo. A mí, esta situación me entristece mucho, pues el que la gente vea la actividad de cocinar o el comer en casa como un castigo me lastima el corazón sencillamente. Ojalá esté yo equivocada y aunque no niego que yo también quiero ir a visitar alguno de esos restaurantes que solíamos frecuentar antes del encierro, los últimos meses nos han permitido comer sano y casero como nunca antes nos habíamos dado la oportunidad de hacerlo.

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