París vista desde mi lente de fotógrafa amateur

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Sí, la mismísima lagartija parlanchina que disfrutaba los rayos del sol y era fotógrafa profesional, o por lo menos algo así decía la canción que describía su personaje en la serie de televisión infantil de Odisea Burbujas a finales de la década de los 70 y principios de los 80. ¡Cuánto me gustaba ese personaje! De hecho, era mi preferido y hasta recuerdo bien a mis escasos 4 años de edad Kodak sacó un modelo de de la lagartija en cuestión y no cesé de pedirlo hasta que obtuve el dichoso aparato. Y así pues, comenzar a descubrir la fotografía.

A lo largo, entonces, de los últimos 30 años he conocido un poco de todo y e ido evolucionando conforme a la tecnología, mi edad y mis posibilidades económicas por los distintos formatos analógicos de 110mm, 35mm, Advantix -¿quién se acuerda de ese cómodo rollo que no tuvo éxito a principios del s.XXI?- y hasta los digitales de tantos Megapixeles que ya perdí la cuenta.

Cuando adolescente sería yo la que siempre acapararía la cámara para tomar las fotos de las vacaciones y supongo que eso explica los incontables álbumes fotográficos que hay guardados en el librero de la casa familiar. Y casi toda mi vida puedo recorrerla con las imágenes captadas con las cámaras que han viajado conmigo en este andar.

Así pues, que cuando crucé el Atlántico con bastante más que una maleta de 32 Kg. mi camarita de bolsillo vendría conmigo. Pronto me quedó pequeña y fue dada de baja tras la adquisición de una Canon PowerShot SX30IS. Y sí, estaba yo realizada con mi cámara semi-pro… hasta que decidí tomarme con mayor seriedad el hobby de la fotografía y hasta cursos y talleres comencé a buscar. Sin saber de obturadores ni objetivos emprendí mi búsqueda, dándome sólo cuenta que una de dos o me encontraba a alguien que me orientara o me ponía a aprender del tema pronto.

Conseguí los consejos de un amigo de la familia que es fotógrafo quien prometió bajarme el cielo, la luna y las estrellas… ok, no… sólo prometió enseñarme de su oficio a pesar de vivir en el continente americano y tuviéramos 9 horas de diferencia horaria. Que Skype sería suficiente… Le mandé mis fotos en septiembre u octubre del año pasado y a pesar de que no encontramos el tiempo para que me enseñara TODO sobre la fotografía, sí me ayudó a escoger una buena cámara y una buena lente que me permitiera hacer una inversión y dar el paso hacia las grandes ligas. Tras meses de echarle veintes al cochinito y la coperacha cumpleañera el sueño pude verlo materializado. Imposible habría sido sin el apoyo de mi adorado Guillermo, que se ha aventurado y hasta apropiado de cada una de las locuras que esta ahora fotógrafa en formación sueña y no deja en paz hasta verlas realidad.

Ahora, ya estoy no nada más leyendo sobre fotografía, sino también tomando los cursos y talleres de los que hablé en el párrafo anterior. Mi salón de clases es la Ciudad Luz y mis profesores son fotógrafos de profesión que aman su oficio y lo comparten con aficionados como yo. Tras casi 20 horas de curso, ya le he perdido el miedo a mi Nikon 7000D con su precioso objetivo 18-200mm 1:3.5-5.6, ya descifro casi todos sus extraños números y botones que le cosquilleo sin pánico alguno y ya sé por qué las fotos de noche o en ambientes de poca iluminación mis fotos salían movidas y hasta he aprendido a sacarlas bien *abraza y besa su trípode*.

La fotografía es otro gran regalo, otro gran hito que París me ha hecho vivir para reconectarme con mi esencia.

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