Adiós al silencio, París debe frenar la contaminación auditiva

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La llegada del verano invita a abrir las ventanas de toda casa y apartamento. Los pájaros cantan desde temprano. Ese ‘mal del pollo’ del invierno que muchos sufrimos porque queremos dormir en cuanto se nos oscurece el cielo lo abandonamos unos meses para disfrutar de los rayos de sol que nos despiertan al amanecer. ¿Y luego?

Pues nada, que empiezo a escuchar las distintas clases de sonidos que emite el vecindario. Está esa voz masculina que todos los días canta ópera. Me lo imagino grande, corpulento, con una gran caja torácica tanto en tamaño como en capacidad. No tengo idea de qué canta, pero se escucha tan lindo que me hace soñar que estoy en un espectáculo. También están los músicos. Ellos en su mayoría son pianistas que ensayan a diario de manera muy disciplinada. Hacen ejercicios repetitivos y a veces, al final, me deleitan con algunas piezas que en ocasiones logro descifrar y reconocer.

Claro está que al tratarse de un verano excepcional por haber torneo de Copa del Mundo, una vez llegadas las 18:00 horas y hasta la media noche inclusive, se escuchan las porras para los diferentes equipos. Los días que ha jugado la selección gala de Les Bleus pareciera que todo el vecindario suspirara al unísono, así, igualito que en México.

Y aunque a esta metrópolis se le apode con frecuencia La Ciudad del Amor, no siempre se escuchan cánticos de alegría, a veces se escuchan discusiones a altos volúmenes. Me parece que a mis amigos galos les gusta hacer públicas sus intimidades, pues existen los que pelean por quién sabe qué hasta altas horas de la noche y las que gimen hasta altas horas de la mañana. Pero créanme, no estoy exagerando, esos gemidos… qué digo gemidos, gritos, porque de verdad me han llegado a despertar. Al principio creí que era la incómoda vecina de arriba, luego la de abajo, ahora ya no sé… me parece que puede ser cualquiera. Un día eran tantas gritando que alguien ya muy molesto gritó desde su ventana: ¡YA CALLENSE!

En casa ya nada más reímos.

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