Los amigos; la familia que uno escoge

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Los amigos son la familia que uno escoge. A veces, encontramos más actividades o argumentos en común con los amigos que con los que compartimos nada más y nada menos que el ADN.

Así pues, en este andar por la Ciudad Luz, en ocasiones resulta complicado abrirse camino por sus calles, pues simple y llanamente nos faltan los amigos; esos seres con los que despepitamos sobre la familia, el trabajo; todo.

Luego, ya con un poco más de cordura pienso que hay pinturas que me encantaría poder compartir con Mariana, vinos con Adriana, museos con Carla, el acuario con Laura, cafés con Lilia, lugares históricos con Marian, parques con Gaby, en fin, así podría enumerar un sitio tras otro hasta terminar de ver la ciudad y haber visitado la ciudad con cada uno de ustedes que traigo en el corazón y que se quedaron allá, dado que no cupieron en mi maleta -ya traía sobrepeso, perdón. Algunos ya vinieron, otros probablemente podrán visitarnos más adelante, sin embargo, yo quisiera tenerlos a todos por aquí cuando se nos antojara compartir el rato. Claro que todo lo anterior no es excluyente de la familia, pero hoy sólo quiero hablar de los amigos.

La razón es muy sencilla, pues conforme vamos creciendo conocemos gente en la escuela, el club, el trabajo, en fin, por doquier… vamos cruzándonos en la vida con gente con la que compartimos algo, no importa de lo que se trate, puede ser una banalidad, o toda una historia, pero también nos van moldeando para convertirnos en quienes debemos. Unos se van y otros se quedan de la misma manera que nosotros entramos y salimos de las vidas de otros con quienes tuvimos algo en común en nuestro pasado.

Evidentemente, al llegar a una ciudad nueva, parte de lo que hay que hacer es conocer gente nueva, pues no podemos vivir aislados del planeta. Lo que ni somos conscientes ni nadie voltea a decirnos es cuán fácil o difícil va a ser encontrar a esas personas con quienes vamos a hacer círculo. Hay para quienes resulta más fácil y hay para quienes puede ser una pesadilla, ya sea porque son ermitaños o porque no hablan el idioma, por pánico escénico, o simplemente porque no han encontrado su espacio en el nuevo entorno. Yo no puedo quejarme, pues empecé a conocer gente muy rápido, pero de ahí a considerarlos mis amigos, pasaron varios meses. Poco a poco he ido conformando mi grupo con quienes me junto y comparto mi esencia, todos ellos maravillosos seres humanos provenientes de distintas latitudes. Están mis compatriotas con quienes comparto más que idioma y cultura, están otros extranjeros de cerca y de lejos con quienes a veces lo único que tenemos en común es nuestra calidad de inmigrantes, y evidentemente los locales que nos aconsejan sobre el idioma y las diferencias culturales, que nos dan tips para no regarla; todos ellos, nuestros nuevos amigos, de los que ya me enamoré por distintas causas y que el día que deje estas tierras estoy segura me llevaré en el corazón y buscaremos la manera de seguir caminando juntos de la mano por este parcours que denominamos vida.

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