Yo recordaba haber contado diez platillos, y luego, al hacer el recuento en este mi rincón, no me salían las cuentas. Pensé que probablemente sólo había contado mal, así que hice la publicación del texto. Me sentí honrada de ver a la gente hacer ‘clic’ en el texto desde varios lugares del mundo. También debo confesar que me dio mucho gusto por mis colegas y amigos cocineros. Me gustaba ver que la gente estaba leyendo sobre sus creaciones. Luego, uno de ellos con toda ironía me agradeció no haber mencionado su postre. La verdad es que pensé algo así como “Ch#$@% m*&¡, sí… ese fue el que se me olvidó. Y estaba yo en lo correcto; habían sido diez. Así pues, prometí sentarme y escribir acerca de él. Sí, el platillo y sus sabores funcionaba muy bien para mí, sin embargo había algo que no me había encantado, ¿pero qué era?

Me quedé viendo a la imagen durante cosa de un minuto, y lo recordé todo. Para quienes no son fanáticos de la ingesta de altos contenidos de azúcar, creo que esta sería la manera perfecta de terminar una comida. Es ácido, con una nota de frescura, un tanto cremoso y no muy chocolatoso. Tenía todo, sin embargo, dado que me he vuelto una foodie más quisquillosa últimamente, pensé que este postre deseaba tomar un riesgo, pero que a media preparación el chef pastelero se había arrepentido. A lo mejor porque fue un primer intento. Yo hubiera enloquecido un poco más en la reducción del vinagre balsámico y hubiese puesto más albahaca a la crema batida, pero seguramente esta es la golosa en mí la que lo propone.

Debo decir que este postre fue el primero de la noche y que lo pude disfrutar gracias a la “Tour Normande” que nos sirvieron entre la cena y los postres de la noche. Creo que fue una introducción agradable y sutil a la mesa dulce.

Creo que imitaré el platillo (a mí modo, obviamente), esta noche en casa.

Entre tanto, ¡buen provecho, amigos!

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