Siento que hablar de este tema será como abrir la caja de Pandora, pero es algo de lo que tengo pendiente. Sí, yo sé que algunos de ustedes, queridos lectores, me van a decir que piensan que el ser padres de niños pequeños no los debe excluir de poder ir a CUALQUIER SITIO que se les antoje. Y debo decir que una parte de mí está de acuerdo con ustedes, pues deberían poder hacerlo.
Justo ayer estaba yo hablando sobre esta entrada con un grupo de amigas. Algunas de ellas son madres, otras no. Debo confesar que me volvieron consciente de la dificultad para llegar a un restaurante con un bebé o un infante, una carriola, la pañalera, los juguetes y cualquier otra cosa que La Luz de Tus Ojos pueda solicitar mientras tú estás tratando de disfrutar de una comida deliciosa en paz, sin tomar en cuenta que una vez que te sirvan el platillo que llevas Dios sabe cuánto tiempo imaginando, tu Pequeño Retoño decidirá comenzar a ejercitar sus pequeños pulmones y querrá llorar como si no hubiera mañana. Así que sí, lo entiendo, ES MUY DIFÍCIL, pero todo ésto no cambió mi punto de vista y creo que hay restaurantes a los que los niños no deberían ir a comer.
De pequeña tengo recuerdos muy especiales de dos restaurantes en específico en mi natal Ciudad de México. El primero era un restaurante cuya dueña era una viejecita de origen español que servía muy buena comida de la Península Ibérica; y lo que me hace recordar el lugar más allá de la comida es que la señora ‘recomendaría’ a la gente qué comer solo observándola y sorpresivamente siempre atinaría; a la gente le encantaría lo que ella hubiera escogido para ellos. Otro aspecto de este sitio que recuerdo como si fuera ayer es un letrero a la entrada que decía que los niños menores de 8 años no eran bienvenidos. Ahora bien, el otro restaurante que guardo muy cerca de mi corazón es una franquicia del afamado Maxim’s de París que había en mi tierra y que no acogía a menores de 12 años de edad.
En ambos casos tuve muchísima suerte, pues mis padres fueron lo suficientemente obstinados para ‘pelear’ por mí -por decirlo de alguna manera- para que yo pudiera entrar a ambos establecimientos y disfrutar de la comida. No obstante, suena más fácil de lo que en realidad fue, pues en los dos restaurantes tuvieron que dar su palabra tanto a la gerencia del Maxím’s como a la dueña del Babieca -el restaurante español- prometiendo que tanto mi hermana como yo seríamos el vivo ejemplo del buen comportamiento y que no se arrepentirían de abrirnos sus puertas. Con sus reservas, ambos sitios nos dieron la oportunidad de ir bajo la premisa de que al menor disturbio nos pedirían retirarnos. Mis padres explicaron la situación y nosotras sabíamos lo que debíamos hacer.
Al final del día, nos volvimos asiduos en el Babieca y en el Maxim’s el gerente nos invitó a conocer la cocina del restaurante al final de la cena e inclusive me regalaron un cenicero y unos cerillos. Dios mío, estoy segura que en la actualidad además de ser imposible, habría sido terriblemente visto, ¡jajaja! En aquellos años yo me sentía orgullosísima de tal deferencia.
A lo largo de mi vida he visto niños con maravilloso comportamiento en algunos restaurantes de esos de manteles largos y otros que hubiera sido mejor se quedaran en casa en sitios casuales. Siempre agradezco el buen comportamiento de los pequeñines y me acerco a felicitar a grandes y chicos a su mesa a mi salida del lugar, y sí, NO aprecio los gritos, las lágrimas ni los videos a decibeles inauditos provenientes de los smartphones de las mesas contiguas, aunque trato, con toda honestidad, de ignorarlos.
En resumen sí, creo que todos deberían llevar a sus hijos a restaurantes lindos y no solo al Chuck-e-Cheese o al McDonald’s, pues les permitirá probar sabores nuevos y desarrollar sus paladares, sin embargo, también creo que a los padres les toca enseñarles a comportarse sin necesidad de un menú específico o de entretenimiento ruidoso. ¿Ya nadie propone crayones y libros de colorear? De hecho hay algo de la cultura francesa que me encanta y es que a los hijos se les dice que sean sabios en lugar de bien portados. Creo que les hace SER más sabios. Y por supuesto, mi texto no tiene intención alguna de ser un sermón sobre educación y me disculpo si alguno de ustedes que lee este texto cree que me estoy entrometiendo porque yo no he vivido los retos de ser madre, por favor sepan que con toda sinceridad creo que la edad no debe ser limitante para nadie de disfrutar de tal o cual platillo, solo pido que tengan en cuenta a los otros comensales. Es posible que no todos estemos acostumbrados a que haya pequeñitos a nuestro alrededor.