Doradas en salsa de anís con juliana de hinojo

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Parte de la aventura culinaria es tener oportunidad de trabajar con productos nuevos y diferentes. La tierra, según la latitud en la que se encuentre uno nos brinda distintas riquezas. Sin embargo, no siempre tomamos consciencia de ello, o por lo menos yo no lo hacía antes.

Ahora, nada más sale del refrigerador algún producto cuyo nombre en francés (e incluso en inglés) no conozco o que a la vista no logro saber de qué se trata, me pongo a investigar para saber si es falta de conocimiento o cultura de mi parte, o si en realidad es algo nuevo para mi paladar porque se trate de algún ingrediente que no sea común en mi tierra. Y justamente así fue con las bellas “Doradas”.

Nunca las había yo comido. Busqué y busqué y finalmente encontré que sí se consumen en mi país, pero que esta rata de ciudad nunca había probado… Otro bello descubrimiento fue el hinojo. No me agarren a latigazos queridos lectores, es que tampoco había comido el hinojo -por lo menos conscientemente. Así pues, tras la demostración de lo que preparó el Chef Instructor y receptiva, participé en la degustación del platillo. Mi reacción fue de asombro, pues aquí entre nos, yo pensaba que el hinojo no sería una verdura que me fuera a gustar. No puedo explicar el porqué, solamente lo sabía. Lo maravilloso fue que tanto el pescado como la guarnición me habían encantado.

Me fui a casa muy alegre, pues mi paladar se había enriquecido hoy. Al día siguiente tenía la práctica. No puedo quejarme, salió bastante bien, sin embargo, la juliana había quedado demasiado gruesa y picarla me había costado mucho tiempo. Una amiga vendría a cenar a casa, así que so pretexto de practicar el platillo y de que éste se encontraba en la selección de recetas de examen, decidí lanzarme a hacer las compras y reproducirlo una vez más. Por si acaso me tocaba como evaluación final.

Debo confesar que solamente preparé un par de recetas más para prepararme para el examen. Me sentía bastante cómoda con las prácticas de clase. Solamente me concentré en estudiar para saber los procedimientos prácticamente de memoria y no olvidar ningún paso en el camino.

El día del examen llegó. Los nervios de punta. Había que terminar en 2 horas y media. Mi único estrés era no llegar a tiempo. Entré al segundo puesto de la cocina. Tomé una receta a ciegas frente al Chef Instructor que nos acompañaría en la sala. Voltee la hoja; eran las doradas. Estaba yo conforme.

El examen dio inicio en tiempo y forma. Comencé sacando los filetes de pescado. El tiempo se agotó como si éste se me hubiera literalmente ido en un abrir y cerrar de ojos. Afortunadamente terminé justo a tiempo y sin apuros. Hubo un instante en el que entré en pánico, pero hubo quién me diera una manita para ayudarme a sacar los filetes de la sartén y que no se quemaran. Al final quedé muy satisfecha con el resultado. Lo único que me impedía por el momento obtener mi Certificado de Cocina Básica era que me entregaran la calificación.

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