Conociendo a Massimo Bottura, uno de los mejores Chefs del mundo

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Resulta que tener habilidades lingüísticas en el ambiente de una escuela internacional siempre puede ser de utilidad. Sí, ya sé que suena obvio y que en mi mente más de uno de ustedes está viendo a la computadora y grita “¡Claaaroooo!”. Sin embargo, no siempre es evidente para el que está dentro de este entorno de manera natural… Lo siento. Ahora bien, mientras que los maestros dictan las clases en francés, es muy cómodo tener a un colega intérprete que me tranquiliza mientras tomo notas, pues no puedo negar que hay un montón de vocabulario culinario que he aprendido recientemente. No obstante, cuando es la novata la que recibe la invitación a ayudar de manera voluntaria en un evento porque es tu idioma materno es el mismo que el del público invitado, le hace a uno sentirse como parte de la institución. Y eso precisamente fue lo que sucedió.

Apenas una semana después del que iniciaron las clases y cuando apenas entraba en paz con los cuchillos y sus filos y el estar cortando cabezas de aves y pescados, me invitaron a ayudar como intérprete en una clase demostrativa para un grupo de embajadoras iberoamericanas. La experiencia fue única, pues antes que nada, hacía unos 5 años más o menos que no hacía interpretación y no estaba segura de cómo saldrían las cosas… los productos cambian de nombre en los distintos países, aún cuando el idioma sea el mismo. Me preparé tanto como pude. Leí la lista de ingredientes de la receta que el Chef prepararía, los busqué para confirmar tener más opciones que sólo el vocabulario mexicano. Las señoras llegaron justo a tiempo y la clase comenzó. “Cocinamos” callos de hacha o vieiras. Todas las alumnas estuvieron muy atentas tomando notas y haciendo preguntas que el chef respondió meticulosamente una a una. El jefe sumiller hizo un breve comentario sobre el maridaje. Elogios para todos… inclusive para esta novata. Me hicieron sentir realmente especial. Llegué a casa y compartí la felicidad de mi día. Para mí era un honor que tan pronto en la aventura me permitieran ser voluntaria y ayudar a través de lo que sabía hacer.

Sin embargo, lo mejor estaba por venir. Un mensaje de correo electrónico llegó a mi bandeja de entrada invitándome a la presentación de un libro a manera de “agradecimiento” por haber dado una manita y dos horas de mi tiempo.

Resultó ser alguien muy conocido y admirado. Para mí era solo un nombre. Debo ser honesta, en realidad esto de los chefs famosos no eran cosa mía antes de ESE DÍA. Acepté gustosa la invitación porque algo me resonó en la mente. El nombre, el restaurante, no estoy segura de qué. Luego, hablé con una de mis amigas y a ella le emocionó tremendamente, así que me puse a leer, investigué un poco y guardé silencio. Luego, me impresioné. 3 estrellas Michelin, el 3er mejor restaurante del mundo. ¡Híjole! Ahora sí me había ya emocionado. Ahora sí estaba lista para ir. Era como ir a un concierto que llevaba uno esperando mucho tiempo que llegara, solamente que sin saber que la banda llegaría a la ciudad.

Tomé el metro y llegué a la dirección que tenía mi invitación electrónica. Parecía un sitio muy discreto. Un hombre que parecía guardaespaldas se me acercó con un iPad y dijo: “¿Nombre?”. Contesté. Me dejó pasar y me deseó una buena noche. La escalera hacía que uno entrara en el ánimo del club según va uno bajando los escalones. La pared estaba llena de fotografías. Me pareció muy artístico. Por fin llegué a la recepción. Me dirigieron hacia el evento, aunque en realidad había yo llegado temprano. Decidí entonces pedir un trago y esperar pacientemente. Me tomé un instante para observar el lugar a detalle. Creo que es uno de esos sitios a los que valdrá la pena venir para tomar una copa con los que son especiales para mí, los que quiero y con quienes probablemente no lo hecho aún. Estoy segura que ahora forma parte de mi “lista de cosas por hacer en París antes de morir”. Mis pensamientos viajan. Finalmente la hora llegó. Empezaron a aparecer caras familiares. En unos minutos el lugar está lleno y él está saludando a tantos como le es humanamente posible. Todos estábamos emocionados.

El evento comenzó. Pensé sería formal, pues al fin y al cabo ES un Chef celebridad, pero no. Se trata probablemente de una de las personas más relajadas que he conocido con una carrera tan popular. Lo que hizo fue increíble. Me sentí como un niño que llega a la librería en sábado por la tarde para ver al Cuentacuentos, nada más que tenía yo una copa de Champagne en la mano y era casi la hora de dormir, jajaja! Comenzó hablando de sus primeros tiempos de cocinero, cómo creó su querida Osteria Francescana y cómo concibieron la famosa tarta de limón deconstruida, pero de lo que más habló fue de su pasión, de sus tradiciones y obviamente, de su libro.

Creo solemnemente que entre las características más valiosas de un ser humano están la humildad y la bondad y me pareció que el señor Bottura cuenta con ellas, lo que hizo que por tan solo un momento no pensara  en cuán grande es para la gastronomía moderna del mundo. Claro que todo volvió a mi mente cuando probé el Parmigiano Reggiano con una reducción de su propio vinagre balsámico.

Cuando terminó me encaminé hacia casa y lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. No podía creer mi suerte, mi fortuna. Después de todo estaba yo siguiendo su propio consejo: ¡Vive la vida como si fuera un sueño!

Grazie mille Massimo Bottura !

¡Gracias Le Cordon Bleu!

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