Recibiendo visitas en París

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Si tú eres un asiduo lector de este blog, sabes bien que desde nuestra llegada hemos tenido la gran fortuna de compartir uno o varios momentos de viajes de placer y negocios en esta Ciudad Luz con amigos y colegas o antiguos colegas de trabajo, así que tenía yo pendiente compartir esta experiencia. Familia aún no ha llegado, pero una de las grandes esperanzas que nos recuerdan que este viaje llamado vida es sólo aller-simple -o sea nomás de ida- es el porqué deseamos con toda el alma y el corazón tenerlos aquí y poderles compartir espacios, costumbres y gente que estas latitudes nos han presentado.

Se dice por ahí que recordar es vivir, y en este momento me dispongo a vivir nuevamente algunos de los buenos momentos compartidos con quienes han visto ya desde el ya famoso Très Petit Château de 43 m2 prácticamente vacío hasta con cajas aún sin terminar de desempacar y ahora que ya estamos del otro lado y “oficialmente mudados” como diría la Sra. Increíble -sí, sí, la de la película de Disney y Pixar, esa mera- en espera de que llegue el siguiente visitante… mentira, justamente ya llegó, pero no importa, porque no nos avisó, nos hubiera encantado compartir un momento con ella, pero supongo que su agenda laboral no le permitía darse la licencia para escaparse a cenar un día, ni modo, así pasa a veces.

Es cierto que con muchas de estas personas que tienen la deferencia de buscarnos y a veces hasta la distinción de llegar con un tequila, unas flores, pero sobre todo con ese calor que sólo mi México y su gente nos puede regalar, sólo tienen unas horas para reunirse con nosotros, así que por lo general intentamos coordinar un desayuno, una cena o una visita al bar más cercano. Más afortunados somos cuando la visita es por placer y están aquí algunos días y podemos planear o hacer las cosas según se nos vayan presentando. Sin embargo, todos y cada uno de ustedes o de ellos, que llegan a esta metrópoli que en 2011 recibió a 11 millones de personas provenientes de todas las latitudes del globo nos hacen pasar buenos momentos y escribir historias inigualables e irrepetibles. Por ello, lo único que puedo decir es: ¡Gracias y esperamos haber sido buenos anfitriones!

Haciendo una breve recapitulación de los casi ya seis meses que tenemos por tierras galas, recuerdo que apenas íbamos llegando y ya teníamos visitantes. Ellos eran de esos que vienen por trabajo, el señor viene acompañado por su señora esposa y justo el visitado era Guillermo… Uff, ¿se acuerdan que les conté que era la primera vez que me tocaba hacerla de música y acompañamiento? Pues sí, ese fue mi rol. La experiencia fue increíble, pues además de ser completamente nueva para mí, eran personas que no conocía muy de cerca. La conversación recuerdo bien inició desde el famoso icebreaker “¡qué buen clima que nos ha tocado!” y la pregunta “¿hace cuánto llegaron a vivir aquí?” y la mágica respuesta que rompió con el estrés: “Ayer”.

Unos cuántos días después pasaron por aquí otros viajeros de negocios con otra señora esposa a quienes no tenía el gusto de conocer, pero con quienes pasamos una agradabilísima velada en un afamado restaurante de esta ciudad cercano a la bellísima Plaza de la Concordia.  Recuerdo bien que siendo esta plaza mi preferida en toda la ciudad, cuando salimos de la estación del metro y con tremendos zancos de 12 cm. no pude contener mi emoción y fue justo ese momento en el que me volví consciente de que me estaba yo mudando a una de mis ciudades preferidas del mundo. Claro, se rodó la de cocodrilo.

Luego vinieron mis dos grandes amigas so pretexto de mi cumpleaños y que “había” que hacer una escala. Mi corazón aún se acongoja y los ojos se me inundan porque eran las mejores visitas que la vida me podía traer hasta acá para mi día. Definitivamente que fue mi mejor regalo de cumpleaños y pues obviamente el festejo duró lo mismo que su estancia.

Diciembre llegó pronto y la última semana de 2011 trajo consigo a otra gran amiga con todo e hijos. Con ellos también hubo paseos, comidas por aquí y por allá y hasta alguna desvelada que los dejó sin servicio de metro. Cuando se fueron me enfermé de gripa -sí, esa que no me cuidé adecuadamente- pero lo bailado NADIE me lo quitó.

Hace algunas semanas otra viajera de negocios con la que compartí un desayuno de dos horas, un chisme que por supuesto como buenas mujeres no terminó y una recarga energética en días muy faltos de sol.

Ahora, la primavera se aproxima y las redes sociales dicen que los visitantes se dejarán venir como si estuvieran regalando boletos de avión. Han prometido venir en marzo, abril, mayo, julio y hasta noviembre. Mi corazón se ilusiona de ver caras familiares y amigos entrañables pasar por aquí o quedarse hasta un par de semanas y compartir un ratito, un vinito o lo que haya chance; no importa, algo nos inventaremos.

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