De la anosmia y el COVID19

751

El 12 de marzo de 2020 la vida cambió. Moría de miedo, pero tenía fe en que todo se arreglaría. Han pasado ya 15 meses desde ese día y aunque aquí ya casi la vida ha vuelto a eso que llamamos normalidad, hay aspectos de ella que aún no logran encontrar su espacio nuevamente. En este tiempo hemos perdido muchas vidas en todos los rincones del mundo, tantas, que ni siquiera creo sabemos cuántas han sido. Seguimos preguntándonos si el virus sucedió, fue diseñado, o simplemente si se les escapó por accidente. Como todo en la vida, los primeros 90 días fueron los más duros, los de mayor aprendizaje. Recuerdo como si hubiese apenas sido ayer el concierto transmitido desde Milán vía YouTube al mundo entero con la plaza vacía. Escalofriante aún hoy que vuelvo a la imagen en mi pensamiento. Lo más importante era y sigue siendo salvar vidas.

Aquí en Estados Unidos me parece estamos teniendo ahora la prueba de fuego para ver si ya salimos del atolladero tras la celebración del 4 de julio, pues tras el festejo de independencia no queda más que esperar ver si en verdad pasamos la prueba. Sabremos en unos cuántos días, pues hasta ahora, al menos por estos lares de la capital estadounidense, los registros han sido alentadores las últimas semanas.

¿Pero y el mundo entero cómo va? Pues depende dónde y cómo nos dejen las autoridades ver el problema. Los médicos, sin embargo, cuentan en algunos sitios no da tregua. Y para muestra, basta voltear a India, Brasil y sí, también mi México. A empujones han ido vacunando a los que se dejan; pero ese es otro cuento.

¿Y a todo esto, qué hemos aprendido hasta ahora de la enfermedad? Hablé con una médica en México y aún cuando acepta que manejan mejor la situación, la comunidad médica es consciente de que se trata de un virus complicadísimo y de gran adaptabilidad, así que no me voy a enredar en lo que no me atañe y hablaré exclusivamente del problema que a cualquier persona puede sucederle con el ya bastante afamado SARS-CoV2, mejor conocido como COVID-19 y que creo nos incumbe más en La Gourmandista®; la pérdida del olfato y el gusto.

Los sentidos del olfato y el gusto están íntimamente relacionados y con un simple resfriado, hay un 60% de probabilidad de que se nos vean mermados dichos sentidos. No en vano decimos que como tenemos gripe la comida no nos sabe a nada. Ahora, para pacientes de COVID-19 esta pérdida del sentido del olfato (anosmia) muy frecuentemente va acompañada de pérdida del gusto y aunque es un síntoma que el 95% de los pacientes presentan, la gran mayoría se sobreponen a ello al poco tiempo. Tras platicar con varias personas en diferentes latitudes que han sufrido de estas pérdidas temporales y que inclusive alguno de ellos fue consciente de haber contraído el virus porque “el café le supo a agua caliente”, para la mayoría fue un síntoma que se presentó entre dos y tres días después de haber comenzado a padecer la enfermedad y que afortunadamente no duró demasiado. No obstante, hay quienes meses después no han logrado la misma fineza que antes contagiarse.

Lastimosamente, los médicos en lo general han dicho poco al respecto. Y lo entiendo, como dije antes, primero está salvar la vida, y pues en estricto sentido si la sopa de sabe a agua caliente nada más, no es el fin del mundo para la mayoría. Como Eugenia me compartió, lo importante era seguirse alimentando para no debilitarse. Luego Rocío expresó, ¿y si me como algo echado a perder o se lo sirvo a mi familia? Y ojo, no estoy hablando de sumilleros ni grandes chefs con estrellas Michelin que dependen del sentido del gusto y/o el olfato para trabajar. Son mujeres como tú, como yo, como tu mamá. Esto nos puede pasar a todos, ¡qué miedo!

Asmita me compartió que en India hay remedios de la medicina ancestral que a ella le ayudaron; que saben a rayos y centellas, pero que ella cree le permitieron recobrar sus sentidos y ahora está perfecta. Los médicos alópatas, a lo más que llegué fue a una reeducación de los sentidos a través del ejercicio de oler una y otra vez los aromas más elementales de manera que vuelvan a reconocerse. A mí esto me hizo sentido, pues en sumillería está La Nariz del Vino con la que se enseña a identificar aromas específicos como los frutos rojos, la miel, entre muchos otros. Finalmente, hubo incluso quien me hizo referencia a la aromaterapia con aceites esenciales; misma idea, pensé. Gabriela, la médica con la que platiqué, me confirmó que estas formas de rehabilitación podrían, desde su perspectiva, funcionar, pues cada 90 días aproximadamente regeneramos estos receptores y el entrenamiento diario nos podría ayudar a recuperar el repertorio gustativo y olfativo. Y aunque suene un poco descabellado y hasta exagerado, recordemos que cuando nos rompemos un hueso vamos a rehabilitación física. ¿Por qué no hacerlo entonces con el sentido del gusto y del olfato?

Y claro, están las personas que sufren de Síndrome Post-Covid o Covid Largo y que han pasado más de 6 meses o incluso ya más de un año y aún no logran recuperar sus sentidos. Hablan de percibir olores extraños y desagradables, de que las cosas les saben a metal o simplemente diferentes, que el alimento llega y su percepción es distinta a lo que ellos esperan o tienen registrado en la mente. ¿Será la medicina alópata la que tenga la solución? ¿O deberemos recurrir a terapias alternativas como la medicina ayurvédica y la aromaterapia?

Por el momento parece que debemos intentarlo, pues no parece haber muchas opciones. Hay a quienes sus médicos les han recetado algo más serio como corticoesteroides y hasta cirugías, pero, esperemos sean los menos los que deban llegar a algo así, pues, ¿quién no se remonta a la casa de la abuela o a algún viaje cuando llegan aromas determinados? Yo, sinceramente, no sé si logro imaginarme la vida en esta especie de “silencio gustativo”.

Close
Your custom text © Copyright 2020. All rights reserved.