¿Qué es el “Taste of Paris”?

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A finales de 2011 o principios del 2012, recuerdo haber escuchado a alguien decir que cada vez que venía a París le era difícil conseguir buena comida. La verdad es que yo no estaba de acuerdo con tremenda aseveración, pero como entonces yo era la novata, me pareció que mi opinión sería igual a la de una turista como cualquier otra y decidí guardarme mis comentarios. Y verdaderamente encontré que al igual que en cualquier otro sitio en el mundo, la comida de calidad no es gratis, ni incluye las crepas que venden en las aceras del Barrio Latino por 1€ -aunque he conocido a muchos que parece que las aman inexplicablemente.

Ahora bien, si viajo aún más en mis recuerdos, mi madre decía que si quiere uno conocer bien un lugar y su población, era necesario ver lo que comen, en dónde se divierten y lo que leen. Así pues, siempre me alentó a tener un paladar aventurero, pues no solo aprendería de lugares, gente y culturas, sino que también lo educaría.

Cierto también es que muchas veces estuve más abierta a nuevos sabores en el extranjero que en casa. Por ejemplo, puedo decir que al día de hoy no tengo idea de por qué no me gustan los mameyes; y la verdad es que nunca los he probado. A lo mejor debo darles una oportunidad la próxima oportunidad que los tenga frente a mi. Así, el conocer los sabores de París me tomó cierto tiempo. Primero, fue necesario conocer sus productos, sus marcas, lo industrial y lo saludable. Luego, descubrí los mercados y hasta tuve la suerte de encontrar a mis marchantes preferidos para adquirir fruta, queso o pan. Ahora, ya incluso hay lugar para un Plan A y un Plan B -incluso en agosto; pero esa es otra historia.

Evidentemente, encontrar los sabores de los restaurantes en una ciudad como ésta puede llevarte a cualquier sitio. Hay lugares de todas clases. He vistos los rincones más “escalofriantes” de Kebab, a los que no enviaría ni a mi peor enemigo a comer, hasta el probablemente más “chic” ubicado en la avenida George V. Si mal no recuerdo, hace algún tiempo hablé de restaurantes parisinos en este rincón. Aún hay una larguísima lista de parajes aún pendientes a los que he de ir poco a poco, sin embargo, creo haber ya progresado un poco en el área.

Pero luego, hace algunos meses vi una pieza publicitaria no recuerdo dónde -creo que fue en las redes sociales- que estaba relacionada con un evento, el cual prometía ser extraordinario. Algunos de los mejores chefs del país bajo un mismo techo por unos cuantos días que compartirían un poquito de sus creaciones al público en general, de manera que la gente pudiese probar sus excepcionales preparaciones. En un principio dudé ir, pero al final del día, y después de comentarlo con otros de mis compañeros de clase y que ellos se darían la oportunidad de la experiencia foodie, pues también nos dimos por vencidos.

Llegamos temprano, y aunque ya habíamos comprado boletos electrónicos, era necesario esperar un momento, pues éstos serían intercambiados por una especie de fichas que podríamos usar para ‘comprar’ la comida en los puestos de comida instalados a manera de restaurantes sobre ruedas. Era como estar una kermesse de escuela con puestecitos que vendían alimentos de calidad premium. Decidimos dar una vuelta primero para ver la oferta y luego tomar la mejor decisión posible según nuestros gustos y preferencias del día. Joël Robuchon y su ‘Atelier’ estaba ahí, del mismo modo que Alain Ducasse, Guy Savoy, Frédéric Simonin, Pierre Sang, Kei Kobayashi, Massimiliano Alajmo, y la única mujer presente entre todos estos maestros de los fogones era Stéphanie Le Quellec, por mencionar algunos.

La tarea era difícil, pero finalmente decidimos lo que comeríamos. Acompañamos nuestro botín con una copa de vino o una cerveza según las selecciones hechas. No sólo probamos muy buena comida, sino que también descubrimos lugares a los que no habíamos considerado ir a cenar antes. Me atreví incluso a pedir a algunos chefs que se fotografiaran conmigo cual niña detrás de Mickey Mouse en Disneylandia.

Para el final de la noche, todos teníamos una panza llena y un corazón contento y decidimos regresar a casa prometiéndonos continuar descubriendo nuevas direcciones que nos llevarían a nuevos sabores.

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