Mis mercados consentidos en Ciudad de México y París

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En mi puesto favorito de frutas y verduras del Marché d’Auteuil un sábado por la mañanaEl Mercado de Medellín quedaba a unas cuantas cuadras de casa de mi abuelita. Con frecuencia caminábamos por las calles de la colonia Roma por un aguacatito para complementar mi menú sabatino preferido que incluía una sopa de fideos y tortas de papa. Para mí, era toda una aventura. Los comerciantes gritaban  sus famosas frases como “llévelo, llévelo güerita. Se lo dejo barato, marchanta” y cosas por el estilo. Detestaba la caminata, pero me fascinaba ir. A pesar de mi corta edad, prestaba atención a los intercambios sostenidos en cada puesto.

A mi madre luego le aprendí frases menos ortodoxas en sus intercambios con sus comerciantes preferidos. A Manuel, el carnicero, siempre le decía “pero que quede bien limpiecito, Manuel, quítele bien la grasa”. A René, el de la fruta, siempre le advertía “si no sale bueno, se lo regreso”… y siempre la fruta estaba en su punto. Dulcecita, sabrosa.

Ya en la edad adulta solamente en algunas ocasiones tenía yo oportunidad de ir al mercado y, como probablemente mucha gente de mi generación, acabé comprando en el autoservicio cercano a casa. Ah, pero eso sí, cuando se trataba de ir a garnachear, entonces rapidito y sin escalas encontraba el camino a diferentes mercados. En el de Río San Joaquín, si no me equivoco, había unas deliciosas quesadillas de cazón, en el de Cuajimalpa alguna vez comí una birria que levantaba muertos.  Obviamente puestos de quesadillas en el andar ha habido varios, pero mis preferidas son las del sobre ruedas del sábado por la mañana ahí en Avenida STIM y Bosques de Reforma. Mmm, ya se me antojaron todos.

Alguna vez, un par cuando mucho, recuerdo haber ido a la Central de Abastos o al Mercado de La Viga a comprar tal o cuál cosa, eso sí, siempre acompañada de mi fiel guía de los grandes mercados: mi papá. Él, en su figura de padre súper héroe, ante mis ojos parece que conoce TODOS los buenos mercados de la Ciudad de México. No importaba qué necesitáramos, él sabía en cuál mercado era mejor. Jamaica, Sonora, a todos me llevó.

Un puesto de flores del Marché des Enfants Rouges

Aquí, me ha tocado descubrirlos solita y poco a poco. Debo decir que hay algunos a los que solamente basta caminar a través de sus puestos para enamorarse del lugar, aún cuando sean efímeros, pues no nada más consigue uno producto fresco y delicioso de temporada, sino que también se pueden encontrar delicias regionales de excepción.

Si tuviera que escoger mi mercado parisino preferido solamente podría inclinarme por el que me queda cerca de casa y al que estoy acostumbrada a ir, sin embargo, entre más recorro la ciudad, más encuentro. Sí, como en todo, los precios cambian un poco, pero cada mercado tiene su ambiente propio.

Entre los que han conquistado mi corazón está el Marché d’Auteuil los miércoles y sábados, el de Rue Gros los martes y viernes, así como el de Passy que es un pequeño mercado establecido con productos verdaderamente excepcionales. Ya más lejecitos encuentro mercados a los que amigos y maestros me han llevado y que, he descubierto, también son inigualables. El Marché des Enfants Rouges en la Rue de Bretagne y que data de 1615 me parece un imperdible de la ciudad junto con sus restaurantes. Creo que ahí me he comido el mejor couscous estilo marroquí de mi vida. Dentro de los límites de la ciudad, de los que me parece más famosos por su maravillosa oferta comercial y sus precios excepcionales, está el conocido como el Marché d’Aligre. Recuerdo que ahí conseguí el 80% de los ingredientes que necesité para una vez convidar chiles en nogada a una pareja de amigos franceses; lo mejor de todo es que pagué solamente 30€ y otro tanto en el supermercado por lo que me había faltado. Pero, volviendo a los mercados, qué decir del de la Avenue du Président Wilson y su clientela híper chic, o del de la Rue Saint Charles, en el que vi hasta embutidos de carne de caballo, y el 100% orgánico dominical del Boulevard Raspail.

¿Verdad que es para deleitarse?

Pero, ¿de dónde vienen todas estas delicias?  Aprendí que hasta los años 60 el mercado mayor de esta ciudad estaba en Les Halles. Ahora hay un centro comercial horrendo que intentan rehabilitar desde que llegamos en el 2011, pero aún no está listo y claramente ahí lo único que uno no puede encontrar es producto fresco del campo y el mar.

Los locales hablan de un lugar que se llama Rungis. Dicen que es un mercado como ninguno, que está fuera de París, que para entrar “solamente” necesita uno tener un pase especial.  Dios mío, esto significaba que sería muy difícil si no es que imposible conocer el lugar, ya no digamos poder ir a comprar al menudeo. Obviamente, mientras más oigo hablar de Rungis, más quiero ir, y las dificultades solo lo hacen un reto imposible de resistir. Así que la meta en materia de mercados es Rungis, pase lo que pase. Veremos cómo lo consigo.

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