Apenas 20 días después de haber comenzado lo que he llamado “La aventura culinaria de la vida” me desperté a la 5:00 AM y me alisté para emprender el camino a la estación del tren y tomar la ruta de alta de velocidad a la segunda ciudad más importante de Francia, Lyon. Conocida como la gran capital culinaria del país, ahí se reúnen los grandes profesionales de la hotelería y la restauración. Es el salón que la industria espera se lleve a cabo cada dos años, al que asisten profesionales y aprendices de cocina, panadería, quesería, repostería, proveedores de maquinaria y equipos, uniformes; la lista es interminable. Los grandes nombres de jueces, asistentes, concursantes, y expositores también lo es. Decido entonces resumir el evento de esta manera:
Con este preámbulo puede usted señor lector, creo yo, imaginarse mi emoción por asistir a tan magno evento, pues hace dos años vi algunas cápsulas en la televisión local, pero un ticket a más de 100 Euros, sin tomar en cuenta los gastos de viaje, no parecía ser algo viable nada más para ir a ver de qué se trataba el show, por más que hubiera la Copa Mundial de Pastelería o el prestigioso concurso del Bocuse de Oro… por lo menos no en el 2013. La historia esta ocasión era distinta, pues podría asistir en calidad de estudiante de un expositor, solamente tenía que registrarme en línea y recoger mi gafete en la recepción de la escuela, atractivo ¿no?
Decidí verme con una amiga para no viajar sola las dos horas de tren rápido. Nos reunimos, sin así preverlo, a la salida del término de la línea 10 en Gare d’Austerlitz. Cruzamos el puente que atraviesa al Sena juntas y subimos emocionadas al TGV que nos llevaría a nuestro primer salón de talla internacional relacionado con la gastronomía mundial. Además, tuvimos la suerte de viajar en el mismo vagón que algunas de las autoridades escolares, así que además de todo, sabíamos que no nos perderíamos para llegar al Centro de Exposiciones. Teníamos todo el día por delante para recorrer el lugar. Caminamos hasta el cansancio. Pasamos por todo concurso que encontramos; que si el de los baristas, el de los cantineros, todos… hasta quedarnos sentadas por más de una hora frente a los reposteros. Si tan sólo pudiéramos quedarnos más tiempo y ver a los cocineros. Imposible esta vez. En dos años, tal vez.
No cabe duda que estas oportunidades hay que aprovecharlas. ¿Qué tal que solamente las tenemos una vez en la vida?