Había dejado este texto como borrador y por fin hoy me doy tiempo de releerlo antes de publicarlo.
Hoy comienza el mejor trimestre de mi año… sí, ese que comienza el 5 de noviembre de cada año y que marca mi cronología propia. Así, sentada en el vagón número 5 del Eurostar hago la pausa necesaria para recapitular mi año. Me gusta sonreír y sentirme orgullosa de lo logrado y reflexionar sobre lo que debo mejorar para que los fallos sean menos y pueda aprender las lecciones que la vida me presenta con mayor facilidad. Me tomé un momento para hacerlo mientras el tren cruzaba el Canal de la Mancha. El resumen es más significativo, pues inicia la segunda parte de mi tercera década.
Me distrae el clima, pues dejé un Londres que aunque ya tiene temperaturas que coquetean con el invierno, estaba soleado y entro a una Francia en la que llueve y tiene el cielo completamente cerrado. Se siente el viento entrar cada vez que una persona entra o sale del vagón. Afortunadamente vengo bien abrigada.
Regreso a mis pensamientos… Esta década se pone mejor con el paso del tiempo. ¡Qué fortuna! Todavía faltan muchos sueños por cumplir, pero definitivamente logré varios en los últimos 365 días.
Aún recuerdo caras, mensajes y apapachos de hace un año. Sonrío de nuevo. Puedo confirmarles que todos sus deseos se volvieron realidad. Fue un año de ensueño. Aprendí, crecí, conocí, recordé, sonreí y aunque en efecto no todo fue color de rosa, lo positivo se lleva de calle a lo negativo.
Y pues como veo y percibo la vida… apenas son 36.