Esta entrada probablemente ha esperado demasiado para ser compartida, pues para mi, hablar de Contramar es algo que probablemente debería hacer de manera separada, pero en el caso de hoy es verdaderamente imposible. Con toda sinceridad no recuerdo cuándo fue la primera vez que fui invitada a comer al delicioso restaurante de la glorieta de las Cibeles en la Ciudad de México. Mentiría si les dijera uno u otro año, pero lo que sí me acuerdo es que siempre había que reservar para que hubiera mesa disponible al llegar, que la comida era deliciosa y que ya fuera entre amigos, en familia o para deleitar visitas del extranjero, ir a este sitio era y es siempre una garantía. A todos los que me piden les recomiende un lugar al que hay que ir a comer en mi natal Ciudad de México, siempre les incluyo Contramar en la lista de sugerencias.
Dejar de vivir en México para m´í ha significado añorar sabores y lugares continuamente y tratar de reproducirlos en casa. No en vano fue en París en donde me animé a preparar sola por primera vez tamales incluso antes de iniciar mi aventura culinaria. Tampoco resulta extraño que a cada momento pensemos en un antojo, nos volquemos a los recetarios en búsqueda de clásicos que no tenemos idea de cómo se preparan y tras ensayarlos dos o tres veces, llegamos a nuestra magdalena de Proust y se incorpora en los menús caseros de manteles largos. Y claro, visitar a los nuestros en las vacaciones es la ocasión perfecta para regresar también a lugares como éste en los que no importa hace cuánto no te vean, siempre te reciben como en tu casa y comes como si no hubiera mañana.
Así pues, cuando un día caminando por la librería viendo las novedades culinarias del mes, me encontré My Mexico City Kitchen de la cheffe de Contramar, Gabriela Cámara, brinqué y emocionada lo tomé y empecé a hojearlo. Corrí a mostrárselo a mi esposo. Estaba decidido. Ésta era mi elección del día. Entre las recetas estaban la tostada de atún y el pescado a la talla estilo Contramar, pero también había una opción para preparar chorizo en casa y hasta crema que estando lejos de mi tierra no siempre es evidente conseguirla; ¿y saben qué? Eso sólo es el inicio.
Este hallazgo data ya de verano de 2019 si no mal recuerdo, y aunque confieso que me tardé en tomarlo y empezar a cocinar de él, entre esas cosas buenas que han pasado durante estos difíciles tiempos del COVID-19 es que he ido descubriendo diferentes recetas del libro. Y cada que intento una nueva es un deleite y se incorpora al menú. Confieso que ahora todos mis amigos ya han probado mi acercamiento a la tostada de atún. Y no es por presunción, pero yo creo que cada vez me queda mejor. A lo mejor debería intentar invitar a Gabriela y que me diera su opinión. No sé, pero ¿por qué no?
En fin, en cuanto decidí incluir una recomendación de mi biblioteca al mes, este fue de los ejemplares que me inspiraron, así que si no lo han descubierto aún, se los recomiendo ampliamente. Existe una edición en español cuyo título es Mi cocina de Ciudad de México y aunque no la he visto, estoy segura que debe ser igual de bueno que la versión original en inglés. Es más, justo acabo de pedir un nuevo ejemplar para regalárselo a unos amigos porque entre la tostada de atún y la ensalada pulpo de la nonna, mi ranking culinario subió de manera sorprendente ante sus ojos, jajajaja!
Así que hoy es recomendación de un librazo de cocina mexicana y de uno de mis restaurantes de pescados y mariscos consentidos de la Ciudad de México. Y si van, no solo pidan lo que ya mencioné, tampoco se pierdan el aguachile de camarón, el ceviche Contramar que no tiene chile habanero sino manzano, las carnitas de atún y la tarta de higos o la pavlova. Entiendo que por la emergencia sanitaria es posible pedir el menú a domicilio o para llevar. ¡Que disfruten el restaurante y el recetario!