Queridos lectores:
La aventura culinaria empezó hace tres países, o lo que es lo mismo, en el 2015. He aprendido tanto que es inimaginable. De hecho, no tengo palabras suficientes para expresar cuán útil lo aprendido se ha vuelto, pues si trato de hacerlo, suena inverosímil. En casa no somos los mismos gracias a la buena cocina a la que ahora estamos acostumbrados, y la verdad es que eso no tiene precio, por lo que estoy segura siempre estaré agradecida con este noble oficio artesanal.
De un simple pasatiempo me he reconvertido profesionalmente y a pesar de que sé el camino apenas comienza y que aún cuando ya van varias veces que me quiero dar por vencida, finalmente hoy veo florecer el esfuerzo.
He conocido un sinnúmero de productos, tipos de cocción, cocineros de por doquier y demás supuestos secretos que seguramente iré compartiendo aquí y en proyectos futuros alrededor de la buena comida.
Podría ponerme sentimental, pero ese no es el objetivo de estas líneas, sin embargo, sí quiero hacer una breve pausa y agradecer infinitamente y desde el fondo de mi corazón a mi cómplice en esta aventura; mi esposo. Gracias porque es él quien se come todo lo que hago salga o no sabroso y ahora opina con su ya entrenado paladar. Gracias, mi amor. Sin ti, este sueño aún estaría almacenado en algún cajón del olvido. Y por supuesto, también a ustedes, mis lectores, por regalarme su tiempo para pasar por aquí y dedicarme un momento de su tiempo y leer mis locuras. Espero disfruten de lo que pasa por mi mente en lo que respecta a la gastronomía.
Así pues y sin mayor preámbulo, ¡que la cocina comience!
Con mucho cariño.
La Gourmandista