Cuando niña, yo pensaba que a los adultos no les gustaban las botanas tipo Doritos, Chee-tos y demás porque mis papás y los adultos con los que yo tenía contacto no los comían o si acaso muy poco. Ellos botaneaban con aceitunas, quesos, patés y carnes frías. He de haber tenido unos 5 ó 6 años y recuerdo que a esta corta edad a la que el pensamiento vino a mi mente yo pensaba que a lo mejor un día dejarían de gustarme. Hoy lo entiendo mejor, o eso creo.
Estoy cierta que aunque mi madre no era ninguna experta en nutrición, sabía que mis adorados charritos, como coloquialmente se llamaban antaño a este tipo de frituras, no eran nada sano, pero de repente nos dejaba comer las papitas esas que se anunciaban con el estribillo de “A qué no puedes comer solo una”.
Pero como a mí me siguen gustando y ahora sé que no debo consumirlas, pues busco la manera de hacer una versión sin grasas saturadas y demás conservadores que sacie el antojo de vez en cuando. Y qué mejor cuando está tan de moda esta col, antes olvidada y estamos en plena temporada.
Utensilios
- Centrifugador de hortalizas o colador
- Charola de horno
Ingredientes
- 100 g hojas de kale
- 15 ml aceite de oliva
- 1 pizca Sal y pimienta
- 1 pizca chile piquín
Preparación
- Lava y desinfecta las hojas de kale. A mí me gusta desinfectar con un chorrito de vinagre de manzana y una pizca de bicarbonato de sodio. Escúrrelas con la ayuda de un centrifugador de hortalizas y corta la vena central, pues es donde el kale guarda la mayor cantidad de agua.
- En una charola para horno se pone una hoja de papel sulfurizado y se disponen las hojas de kale en una sola capa. Rocía un poco de aceite de oliva y sazona con sal de mar, pimienta recién molida y chile piquín.
- Hornea por unos minutos cuidando que queden tostadas y no quemadas. Este proceso tomarán máximo 15 minutos.